Duras críticas (Sermón dominguero)

He estado esta noche preparando mis documentos para ir a la iglesia hoy domingo y también he estado pensando en un tema para el sermón dominguero que a veces me gusta escribir para mis lectores que hablan español. En ese proceso de reflexión, me puse a pensar en el himno que escuché en la iglesia el domingo pasado. Como algunos sabéis, soy miembro de la Iglesia Presbiteriana en Park Avenue y la 64, refundada y refinanciada en los años 20 por la gran familia Rockefeller. Tenemos la bendición de contar con un presupuesto de millones de dólares anuales y gracias a eso, tenemos un coro y servicio musical realmente apasionante – nuestro coro es profesional y mucha gente que he traído a la iglesia como visitante me ha dicho: «Pero señor, esto parece un concierto de ópera. Qué bonito todo y qué lujo».

En momentos como esos, me doy cuenta realmente de lo bendecido que estoy por Dios, a pesar de mi rebeldía fruto de mi espíritu humano depravado, pecaminoso, infecto. Mucha gente «pobre» no entiende que los que «tenemos más» sufrimos también y tenemos inquietudes, preocupaciones y sentimientos. Volviendo al tema, pensé en uno de los himnos que escuchamos el pasado domingo. Fue una melodía galesa muy estimulante. Muchas cosas en nuestra iglesia son británicas, como es lógico en una iglesia protestante de orígen inglés y escocés. A pesar de que ese himno es muy conocido entre los hinchas futboleros galeses, la letra se escribió aquí mismo en Nueva York, por un neoyorquino. El Reverendo Harry Emerson Fosdick las escribió en 1930 para celebrar la apertura de otra iglesia que había abierto Rockefeller, en el lado no tan cristiano de Central Park, el «West Side» judío. Fosdick fue reverendo en nuestra iglesia hasta finales de los años 60. Fosdick era un reverendo progresista, muy liberal-progre para su época y fue expulsado de varias congregaciones en el sur profundo por sus ideas no literales sobre la Biblia. En los últimos años, nuestra iglesia ha recuperado su conservadurismo y estamos volviendo a reconstruir una teología bíblica sin extremismos de ningún tipo. Queremos tener una iglesia abierta en lo que debe ser abierta, pero moderada en su prédica y, sobre todo, centrada en lo que podamos sacar de las enseñanzas bíblicas. No somos perfectos y jamás vamos a conseguir comprender a Dios del todo, pero al menos podemos hacer un gran esfuerzo.

Dicho sea de paso, si algún lector se encuentra en NY, pueden visitar nuestra iglesia sin problemas – tenemos debates apasionantes cada domingo a las 12.15 con los incrédulos que visitan. Os aviso que los presbiterianos somos unos expertos en debate y muchos trabajan en el mundo de la finanza. No somos una iglesia donde la gente abandona su cerebro a la puerta. Aquí hay debate, hay cultura, hay un pastor joven que sabe manejar muy bien los debates. Estaríamos encantados de debatir con ateos, musulmanes, budistas, católicos u otros grupos que existan. Los jóvenes homosexuales también pueden venir para debatir a las 12.15 sobre la enseñanza bíblica acerca de sus comportamientos sexuales. Nadie saldrá indiferente, os lo aseguro. Somos muy de «sangre fría», sin aspavientos , histeria, etc. Reconocemos que somos pecadores y no nos escandalizamos como marujas aceitosas en ciertos lares…

Volvemos al tema.

Me gusta mucho ese himno, pero lo prefiero al final de un sermón. La letra dice: «dános coraje para enfrentarnos a esta próxima hora». Cuando Fosdick escribió esas palabras, la «hora» a la que se refería quizá era la década oscura de los años 30 o a lo mejor tenía en mente el futuro de una iglesia presbiteriana en un barrio mayoritariamente judío como era el West Side al otro lado del parque. Si cantamos ese himno antes del sermón, parece como si necesitáramos valentía para enfrentarnos a la pesadez de venir a la iglesia.

Bueno, es posible que hoy necesites un poco de valentía para el sermón de hoy porque hay temas que incomodan a ciertas personas que nos leen. Jesucristo tenía muchas palabras de amor, pero a menudo también tenía palabras incómodas para sus enemigos, palabras que incomodaban, palabras que rallaban a las personas, palabras que ofendían, palabras duras, duras críticas.

Jesucristo decía la verdad aún cuando no era oportuno. Las enseñanzas de Cristo, expresadas muchas veces en parábolas, provocaban la ira de las turbas. Sus sermones a menudo destapan la mezquindad cotidiana, la vanidad y las diabluras.

En uno de sus sermones, Jesucristo criticó duramente a Jerusalén y sus ciudadanos. Sus duras palabras quizá no tengan hoy el impacto debido porque nosotros no somos judíos ni somos de Israel, pero quizá si cambiamos la palabra «Jerusalén» a «Nueva York», la cosa cambia bastante. Jesucristo amaba a Jerusalén, pero no estaba ciego y concía sus problemas. Muchos aquí aman la ciudad de Nueva York, pero tampoco debemos cegarnos ante sus pecados diarios.

Permítanme los señores lectores ofrecer algunos ejemplos sobre cómo debemos atrevernos a criticar esta ciudad cuando es debido. Un primer ejemplo de duras críticas contra Nueva York: el motor económico más poderoso que maneja esta ciudad es el sector financiero, esa red extensa de bancos, fondos de inversión, inversionistas, «brokers», y abogados que son responsables por el funcionamiento del sistema capitalista en esta patria y en gran parte del mundo. Muchos de vosotros quizá estéis trabajando para alguna empresa financiera con sede en Nueva York, y todos nosotros somos una parte de ese sistema aunque sea de forma indirecta. Todos los seres humanos se benefician de la riqueza que genera el sector financiero capitalista, incluído gran parte del mundo. Hace cinco años, el mundo estuvo al borde de un colapso económico sin precedentes, señores. Hay análisis y opiniones interminables sobre las causas, en todos los periódicos, por no hablar de todos los libros que han sido publicados sobre ese tema. Muchas opiniones distintas, por supuesto, pero algunas cosas están bien claras. Primero, trillones (literalmente) de riqueza se perdieron. Millones de puestos de trabajo desaparecieron. Mucha gente sufriendo, de verdad.

Segundo, hay mucha culpabilidad humana en esto. Demasiado politiqueo con el crédito para tener un país donde el crédito era fácil de conseguir, violando totalmente las leyes de Dios. Los prestamistas y los deudores, ambos tienen la culpa por un egoísmo irracional sin precedentes en época moderna. No había leyes para regular este problema, muchos cálculos erróneos, tanto aquí por el Río Hudson como cerca de la bahía del Potomac en Washington D.C. Y también obviamente entra el factor borrego o lo que quieras llamarlo que es un instinto que muchas veces ha provocado los pánicos financieros en la historia.

Pero la tercera verdad, la que ninguno de nosotros quiere oír, es que esta culpabilidad tiene su principal orígen en el sector financiero de esta ciudad, un sistema tan central para nuestras vidas y prosperidad. Me gustan muchas cosas de Nueva York. Me gusta como la gente aquí trabaja mucho, me gusta que hay cultura y gente inteligente, gente interesante, gente que es imposible encontrar en muchas otras ciudades sin que sean tachados de «excéntricos» o «solitarios». Pero tiene otros aspectos más oscuros y pecaminosos. Como cristianos y gente de bien, gente capitalista también, no podemos cegarnos ante los problemas y fingir que «todo va bien». Algo está yendo muy mal. Algo está fallando.

Una segunda crítica dura contra esta ciudad. El pasado jueves, un amigo de esta iglesia ofreció llevarme en coche para poder ver las zonas «pobres» del Bronx, Brooklyn y Queens. No nos dio tiempo en un día, así que esto tardó tres días en esta inmensa ciudad. Nueva York es una ciudad de dos mundos: la ciudad que nosotros vemos es la «nuestra», la ciudad de raza blanca, elitista, próspera, educada. Luego está la otra ciudad – la ciudad del Bronx, Brooklyn y Queens donde viven los menos blancos, los blancos pobres y en general la gente que se ha tenido que ir de Manhattan porque aquí ya no pueden vivir. En Queens, debido al huracán Sandy, vi decenas de tiendas abandonadas, torres de edificios de protección oficial donde viven negros y latinoamericanos desempleados totalmente abandonados, destrucción total. En el Bronx, me daba la sensación de estar en el tercer mundo en algunas partes, y no solo por las caras oscuras de los habitantes, sino por el abandono generalizado en algunas calles. Como cristianos, tenemos un deber con esa población de negros para intentar mejorarles sus vidas fomentando que trabajen más y mejor. Gracias a la infuencia protestante de EEUU, aquí no hay disturbios como en Europa porque se ha sabido manejar el tema racial con mucho más éxito, mezclando leyes duras, eficacia policial implacable y la política de tolerancia cero para los delincuentes. Como cristianos, debemos brindar nuestros apoyos a las fuerzas del orden para que sigan con su mano dura en el Bronx y poco a poco están consiguiendo limpiarlo por completo de delincuentes. Por eso pido, como cristianos, que apoyemos la política del «stop and frisk» en esta ciudad. Los jóvenes deberían escribirle una carta personalizada a la juez Schira Scheindlin. Scheindlin quiere investigar la cuestión sobre si el «stop and frisk» viola la Constitución americana y ha dicho que poco le importa si reduce la delincuencia o no. Yo simplemente le recordaría a Scheindlin que esos paros callejeros no se materializan normalmente en detenciones o arrestos, por lo cual tengo serias dudas de que se violen derechos constitucionales. Debemos condenar a los que dicen que el programa es racista. Mienten. Simplemente, los barrios mas pobres suelen ser más oscuros de piel en su gente y de ahí a que parezca que la policía solo ficha a gente de color. Pero no, este programa salva vidas, precisamente la vida de miles de personas de razas no blancas viviendo en esta ciudad.

Hay esperanza, porque la verdad nos hace libres, como dijo Cristo. Si no caemos en el error de crucificarla, la verdad nos conducirá a un nivel de comodidad mucho mejor que el actual. Jesucristo dijo: «La paz os dejo, mi paz os doy», pero entonces
añadió esta advertencia: «no como el mundo la da, yo os la doy.»

AMÉN

Os dejo con un himno que nuestro coro cantó en abril y unas fotos de nuestro pastor, la clase de incrédulos que vienen los domingos y contestamos sus preguntas, el pastor respondiendo a una pregunta sobre moral, y algunos niños. Los niños en nuestra iglesia se portan muy bien y si empiezan a llorar, tenemos un cuarto aparte con cámaras para que sus padres vayan con ellos y de esa manera no nos molesten a los adultos.