La separación entre Iglesia y Estado: ¿Qué tipo de separación queremos? (II)

Hoy hablaremos de cuatro posibles principios de separación que deberían informar nuestros criterios a la hora de decidir qué tipo de separación es deseable.

En primer lugar, está el principio que muchos confundidos defienden. Esto es – la Iglesia debe ser autónoma, el Estado jamás debe legislar respecto a las iglesias y básicamente pueden hacer lo que les plazca. Yo no voy a perder toda mi mañana explicando este punto, así que lo dejo así. Sin embargo, este criterio podría servir también para proteger al Estado de la Iglesia. John Jay, un gran amigo de Hamilton, animó a los delegados constitucionales no sólo a expulsar la tiranía civil, sino también a protegerse contra la opresión espiritual y la intolerancia en las que las ambiciones de «curas malvados» han hecho mucho daño a la humanidad.

Este segundo entendimiento de la separación fue el origen de un movimiento antiguo en EEUU que buscaba excluir a los ministros religiosos y otros asociados con las iglesias de cualquier acto público o de participar en un cargo público. De hecho, estas exclusiones ya eran muy normales en el siglo XVII – por ejemplo, en la América puritana, sin duda una de las mejores américas, algunos grupos religiosos no podían ejercer en cargos públicos, aunque sí tenían libertad religiosa. Cabría preguntarse si no sería inteligente una ley de incompatibilidad como ya existe en España para ciertos cargos – por ejemplo, un profesor universitario no puede ser diputado. ¿Debe un cura poder ser político? El propio John Adams además decía que los religiosos no deberían ser políticos ya que «son muy ignorantes sobre las cosas que pasan en el mundo, no tienen cultura cívica». Esto quizá era cierto en aquella época aunque hoy en día creo que se podría extender a mucha gente.

Este tipo de argumentos provocó que SIETE de los trece estados originales y quince después prohibir que los ministros puedan ejercer cargos públicos. Sí sí – la Constitución de Carolina del Sur, de 1778, lo decía de una forma muy típica de la época:

«Mientras que los ministros del Evangelio están dedicados a curar almas y a servir a Dios, y no deben ser distraídos de los más grandes deberes de sus funciones, por lo tanto ningún ministro del Evangelio ni ningún predicado público de ninguna inclinación religiosa, mientras siga ejerciendo sus funciones de pastor y durante dos años después, podrá ser elegible como gobernador, miembro del Senado, representante estata o ayuntamiento de este estado». (Ver también la Constitución original de Nueva York, Delaware y Maryland, entre otras).

En tercer lugar, los fundadores defendían el principio de separación para proteger la conciencia de un individuo contra las injerencias estatales o eclesiásticas – o las dos conspirando contra el ciudadano. Este criterio estaba muy extendido entre los cuáqueros y anabaptistas. También, políticos como James Madison y Thomas Jefferson tenían el mismo criterio – un «muro» entre iglesia y estado. Jefferson decía que la religión era una cuestión entre «el individuo y su dios». La postura de Jefferson a lo largo de los años ha sido desmontada porque no es sostenible con los hechos.

En cuarto lugar, los fundadores utilizaron el principio de separación para proteger a los estados individuales contra la interferencia del gobierno federal en cuanto a los asuntos religiosos locales. De hecho, curiosamente, Jefferson defendía también esta postura – decía que el gobierno de los EEUU, el federal, no tenía ninguna jurisdicción sobre la religión; la religión era un asunto puramente local y estatal. El gobierno central no podía meterse en los asuntos de las iglesias locales y, OJO, mucho más interesante: el gobierno federal TAMPOCO podía interferir en los asuntos de los estados locales a través de estas iglesias locales. Bajo este criterio netamente federalista sobre la jurisdicción apropiada, los gobiernos estatales sí podían apoyar y proteger las religiones o incluso PROHIBIR y limitar tal o cual confesión religiosa como ya ocurría y como vemos en algunas constituciones locales. De hecho, es lógico si leemos la 1a Enmienda de la Const. federal de EEUU:

«El Congreso no hará ley alguna por la que adopte una religión como oficial del Estado o se prohiba practicarla libremente»

Dice el CONGRESO, no los estados – no prohíbe de ninguna manera que los distintos estados tengan una confesión oficial. Esta traducción no es muy buena, no obstante – el inglés dice así:

«Congress shall make no law respecting an establishment of religion»

Mucho mejor así – entonces podemos traducirlo a: «El Congreso NO HARÁ ley alguna CON RESPECTO A una religión establecida».

Se protege a los estados contra la interferencia federal-central.

Conclusiones para hoy (no pretendan confundir mis conclusiones con algo «lex rex» – lo que pretendo es fomentar el debate en estas entradas porque son temas que requieren reflexión entre liberales). Daré mi criterio y mañana hablaré sobre cuándo un gobierno puede meterse en las confesiones y hasta declararlas falsas si hace falta:

La separación entre iglesia y estado tiene que contenerse y no utilizarse como arma anti-religiosa en las guerras culturales que padecemos. Ser separatista debe verse como un escudo, no una espada en la gran guerra para conseguir libertad religiosa para todos. Una insistencia categórica defendiendo la separación entre iglesia y estado no nos aporta nada. Ya nos advirtió de esto James Madison en 1833 cuando dijo que no sería fácil trazar la línea de separación entre los derechos de las religiones y la autoridad civil como para evitar choques y amargos debates sobre muchos temas. Esto es más que evidente hoy en día. El Estado del Bienestar moderno, para bien o para mal, está en todas partes y tiene influencia sobre nuestras vidas: participa en la educación, la caridad, el bienestar social, las guardería, la sanidad, la construcción, las leyes de urbanismo, leyes administrativas de todo tipo e impuestos. Madison decía lo siguiente:

«El gobierno debe abstenerse totalmente de meterse en las confesiones más allá de la necesidad de preservar el orden público, y para proteger a cada secta contra las agresiones de otras confesiones que quieran violar la propiedad».

Este criterio tradicional del estado mínimo en la vida de la sociedad en general y de las religiones en particular – por muy atractivo que sea para los libertarianos – ya no es realista en la práctica.

El Estado ha de equilibrar las cosas entre la coacción y la libertad. El estado no debe coaccionar a los ciudadanos a participar en ceremonias religiosas o subvenciones, programas religiosos, etc. Pero el estado tampoco puede impedir que los ciudadanos participen en ceremonias públicas y en actos solo porque sean «religiosos». Una cosa es prohibir la oración de católicos en el colegio o la enseñanza de la religión, y otra es prohibir que un chico lleve el Corán de forma individual al colegio y lo lea a los alumnos o que una chica lleve el velo moro si así le apetece. Una cosa es prohibir que las confesiones reciban dinero público y otra es prohibir incentivos fiscales para padres que quieren mandar a sus hijos a colegios privados – sean religiosos o no. Una cosa es prohibir que las iglesias tengan poderes policiales, otra es prohibir que una iglesia contrate su propia seguridad interna para apalear a los que cometen desórdenes públicos dentro de la misma. Una cosa es prohibir las oraciones oficiales y públicas de parte del gobierno en sus ceremonias y actos públicos, y otra es prohibir que el presidente pueda rezar a titulo individual o que puedan hacerle un hueco a las religiones que quieran participar en esos actos a título personal o individual.

Ser un fanático de la separación cuando no se debe le quita importancia a lo imprescindible y le falta al respeto al puesto que debe tener la religión en la vida pública y privada. También es una falta de respeto contra la libertad y los principios liberales – un liberal nunca debe permitir que un código de principios liberales como es una constitución en condiciones se convierta en un codiguillo déspota que busque regular los pequeños detalles de la vida cotidiana de algunas personas.
Una cosa es establecer la separación, y otra es establecer el laicismo como algo oficial. Eso no es liberal ni lo podemos aceptar aquí.

Antiguamente, en el siglo XIX, los que buscaban protegerse de las confesiones mayoritarias tenían la frontera – hoy ya no tenemos ese lujo donde podemos escaparanos con gente parecida. No tendremos montes, pero sí tenemos la posibilidad de no escuchar lo que no queremos. La tecnología y la «intimidad» nos permite escaparanos de forma mucho más fácil que en el siglo XIX, época de mulas de carga y carrozas. Apaga la tele cuando veas a Rouco Varela decir sus estupideces. Cuando se te acerque el Testigo de Jehová con su manual y panfleto, mándalo al infierno. Cuando veas el crucifijo que tanto nos ofende, cierra los ojos o mira otra cosa. Tápate los oídos cuando oigas a los del papa rezar en el bus. No leas la Biblia, no formes parte de una iglesia, no votes por el candidato religioso si no quieres. No leas los periódicos evangélicos, evita. Evita hablar con católicos si no quieres. No leas nada de los mormones si no te apetece. Todas estas «escapadas» están protegidas por ley – y si hace falta protegerlas con fuerza, el estado liberal te las protege. Esto de escudarse de forma voluntaria contra la religión al final dará más libertad para todos y mucho más amplia en vez de intentar tupir los tribunales con estupideces infantiles sobre «derechos derechos derechos».

6 comentarios

  1. Pues yo defiendo otro posicionamiento mucho más laicista, que no llamaría «integrista de la separación».
    El criterio de la separación entre iglesia y estado y su no interferencia excepto en casos de alteración del órden público está muy bien sobre el papel, pero no es realista. Sería válido si las iglesias tuviesen un papel ajeno al estado y a la sociedad civil, si se concentrasen exclusivamente en sus fieles y no predicasen doctrina a quien no quiere escucharla y no tuviesen la tentación de «invadir» la moral del poder civil con sus doctrinas. Algunas religiones e iglesias se comportan así, pero no todas.

    En tanto en cuanto la religión quiere interferir en el poder civil, en el estado y el gobierno y quiere exportar sus convicciones particulares a las leyes, el laicismo se convierte en necesario. El estado no puede ser «neutral» ante un grupo que no es neutral con el estado, debe existir cierta reciprocidad.
    El Laicismo nace y se reproduce en los países católicos porque la iglesia católica ha sido intervencionista en lo civil. El laicismo pretende proteger las libertades civiles de las confesiones que las atacan, por eso «contraataca» e intenta debilitar, desde el estado, al poder religioso.

    La pregunta es ¿en qué situación estamos en este país? ¿Tenemos que proteger la democracia y el estado de las confesiones religiosas mayoritarias en nuestro país? Pues esa es la cuestión.
    Yo, personalmente, veo a una iglesia católica intervencionista y con ganas de imponer su doctrina al estado y a una comunidad musulmana que puede tener la misma tentación. Y, por lo tanto, creo que las políticas laicistas son necesarias, no un laicismo agresivo con las confesiones, pero sí uno firme, que sepa neutralizar la influencia de ciertas iglesias sobre la sociedad civil y la ley, sin excesos absurdos ni posiciones anti gratuitas y contraproducentes.

    Saludos,

  2. Alfredo · ·

    Pedro:

    Me ha gustado mucho tu comentario, porque has ido exáctamente hacia donde yo quiero ir, porque es un tema que me hace reflexionar mucho y recuerdo lo que decías de la situación en países tradicionalmente católicos.

    Comento las cosas que has dicho:

    «pero no es realista.»

    Totalmente de acuerdo, Pedro – por eso mañana vamos a trazar un criterio adecuado para terminar con este problema conceptual.

    «Sería válido si las iglesias tuviesen un papel ajeno al estado y a la sociedad civil, si se concentrasen exclusivamente en sus fieles y no predicasen doctrina a quien no quiere escucharla y no tuviesen la tentación de “invadir” la moral del poder civil con sus doctrinas.»

    Aquí está una de las claves de todo esto – porque, algún criterio tendrá que regir las leyes que tenemos que cumplir – por eso pienso que el Estado liberal no puede ser «neutral» – tiene que tomar cartas en el asunto – una pista nos la dio George Washington: una religión que interfiera con nuestro deber de ser buenos ciudadanos republicanos, es una religión que debe prohibirse – entiéndase «prohibir» en el sentido de ciertas prácticas. Por ejemplo, no podemos permitir que en el nombre de la «libertad confesional», se practiquen sacrificios humanos y otras aberraciones anti-liberales.

    Cuando hablas de reciprocidad, tienes toda la razón y estás encaminado hacia donde yo iré mañana.

    «El laicismo pretende proteger las libertades civiles de las confesiones que las atacan, por eso “contraataca” e intenta debilitar, desde el estado, al poder religioso.»

    Bueno, entonces supongo que te habrá gustado lo que decían las constituciones estatales en la época colonial de USA no?¿

    «La pregunta es ¿en qué situación estamos en este país? ¿Tenemos que proteger la democracia y el estado de las confesiones religiosas mayoritarias en nuestro país? Pues esa es la cuestión.»

    Creo que sí, aunque esto da para un amplio debate. ¿Es hoy el catolicismo una amenaza para los seres humanos?

    Un saludo

  3. Ruben · ·

    Pues a mi me gusta la postura de Jeferson. La religion es algo entre el individuo (o grupo de ellos) y su Dios.
    El muro de separacion esta bastante bien. Que la iglesia no se meta en cosas del Estado y que el Estado no se meta en cosas de la iglesia. Y por cosas de la iglesia me refiero a doctrina y esas cosas pero con un limite bien claro para las religiones: el respeto de los derechos individuales.

  4. Alfredo · ·

    Rubén, cada vez te veo más «decadente» en tus opiniones – estás obsesionado con los derechos «individuales» y poco con el orden y la lógica.

  5. Ruben · ·

    Alfredo.
    Ya, bueno, las opiniones son libres…

  6. Sigfrido · ·

    Sí , Rubén , las opiniones son libres , y por eso yo opino que tú ERES UN HIJO DE PUTA

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