Señores lectores: Como algunos saben, hoy es el «día del pavo» en EEUU, día puritano de Acción de Gracias. Debido a la gravísima pandemia que azota el país y la inestabilidad, los disturbios y ciertos alborotadores agitando todo lo que pueden, me veré obligado a quedarme en casa solo este año y me prepararé un pavo menguado, austero y puritano. No hay que perder las formas. Así lo quisieron de todas maneras los padres de la patria americana. Este año, mi rezo se convertirá en un brindis personal para mí. Brindaré por haber cobrado una cifra récord en medio de una pandemia y para que mi prosperidad personal continúe. Tampoco olvidaré la desigualdad. Quiero un país que ahorre, un país que reduzca la desigualdad y donde se refuerce la justicia federal. Si hay una cosa que deseo para el 2021 es el castigo contra ciertos personajes que atacaron los cimientos hamiltonianos del estado federal. No me cabe duda que habrá juicios y muchas sentencias de prisión para la mayoría. 2020 ha sido un año brutal, pero la justicia ha de ser más brutal contra los criminales que empeoraron todo. El otro día un graciosillo me tachó de ser un puritano de sombrero largo y todo. Pues que así sea: que caigan todas las instituciones corruptas del país, una por una, y que venga un nuevo orden constitucional progresista que no de tregua a los alborotadores de todos los partidos. Amén.
Pero, hoy quiero hablar de varios asuntos más. Cada Día de Acción de Gracias que he vivido en EEUU siempre me trae a la mente las primeras celebraciones allá en Plymouth en 1621, por supuesto. También me viene a la mente el año 1789 en la capital federal. En el mes de octubre de ese año 1789, el Presidente Washington publicó un manifiesto de Acción de Gracias. En el documento, expresa su gratitud al «Autor beneficente de todo el bien» en nuestro mundo, «por todos los grandes favores con los que ha tenido la buena voluntad de conferir sobre nosotros». La verdad es que su proclama no es tan rara incluso hoy en día, en este año tan lleno de dificultades en el que los liberales hemos hecho tanto tanto tanto para mantener el equilibrio de las finanzas, entre otras cuestiones importantes.
El manifiesto de Washington rápidamente se convirtió en un punto de referencia nacional, todavía citado hoy en día; pero, sin embargo, fue precedido por un debate bastante menos conocido, en el que sin embargo no nos resultaría tan inusual hoy en día. EEUU jamás ha sido un país tan «unido» como podría parecer y siendo que es un país puritano en su esencia hasta HOY en varias cuestiones, hubo varios debates amargos sobre si EEUU debería tener un día NACIONAL de Acción de Gracias. Si no me lo creen, aquí tienen el enlace al debate del año 1789. Si no lees el inglés, os lo explico en breves palabras:
El día 25 de septiembre de 1789, el representante presbiteriano hugonote del estado de New Jersey, defensor conocido de los derechos de los indios y de los negros, Elias Boudinot, miembro del Congreso, introdujo una resolución pidiéndole al presidente que anunciara un día de acción de gracias nacional y su propuesta fue inmediatamente criticada. Entre sus críticos, estaba el señor Tomás Tucker, de Carolina del Sur, argumentando que cualquier palabra expresando las gracias por una constitución sería algo demasiado precipitado.
«¿Por qué debe el Presidente dirigir a que las personas hagan lo que, quizá, no se les ocurra?», preguntó Tucker. «¡Es posible que NO sientan ganas hasta que no hayan comprobado que la Constitución garantice su seguridad y su felicidad. No lo sabemos todavía, pero quizá tengan razones para sentir insatisfacción con los efectos que ya ha producido!»
Tucker no consiguió bloquear la propuesta y, efectivamente, se aprobó finalmente. Sin embargo, su pregunta sigue vigente:
¿Por qué deberíamos sentir gratitud por una constitución tan imperfecta; una constitución tan anticuada y que no tuvo problema alguno con maldades pecaminosas tan graves como la esclavitud y que tampoco consigue impedir las políticas tan divididas de hoy en día así como la creciente brutal crispación y división social, racial, ideológica, etc?
Personalmente, soy pesimista con respecto a la viabilidad real de la Constitución federal americana HOY en día debido a todo lo que estamos viendo. Sin embargo, como liberal, algo de esperanza os daré en este día y os explicaré por qué.
Las primeras líneas de la Constitución, su Preámbulo, dicen «NOSOTROS, el Pueblo de los Estados Unidos, a fin de formar una Unión más perfecta, establecer Justicia, afirmar la tranquilidad interior, proveer la Defensa común, promover el bienestar general y asegurar para nosotros mismos y para nuestros descendientes los beneficios de la Libertad, estatuimos y sancionamos esta CONSTITUCION para los Estados Unidos de América.»
Otros fundadores expresaron este sentimiento en otras partes también, por supuesto. Decía John Adams a su querida Abigail en 1780, «debo estudiar políticas y guerra para que mis hijos tengan libertad para estudiar matemáticas y filosofía», y que sus nietos, tuvieran el «derecho a estudiar pintura, poesía, música, arquitectura, y porcelana». Estas bendiciones, claro está, no eran solamente para los Adams del futuro sino para América como patria y si bien es cierto que no todos los americanos en un principio pudieron gozar igualmente de estos derechos, cada generación se ha ido acercando más a ese objetivo.
Este principio lo entendió muy bien aquél gran representante liberal de origen puritano que liberó a los esclavos negros: Abraham Lincoln. En 1838, Lincoln tenía 28 años y se dirigió a los hombres jóvenes de Springfield, Illinois. «Somos los herederos de un orden constitucional. La constitución no es algo que hayamos creado, es algo que hemos recibido como herencia». Por ello, solo debemos gratitud, según Lincoln.
En 1838, Lincoln también habló de las «pasiones salvajes y furiosas» de los esclavistas que actuaban sin respeto por las leyes y que peligraba la constitución y sus instituciones. Advirtió de que el espíritu de «la turba» amenazaba el estado de derecho y la constitución misma. En consecuencia, era imprescindible la restauración del orden y de la ley. «Que sea la RELIGIÓN POLÍTICA de la nación», dijo Lincoln, la restauración del orden y el respeto.
Sin embargo, Lincoln como buen liberal también tenía bien claro que la herencia no era lo mismo a la fidelidad. Lo voy a repetir porque esto es una diferencia muy importante: los liberales podemos haber heredado algo, pero el USO que le damos puede diferir de anteriores generaciones. ¿Recordáis mi sermón cuando dije que yo NO SOY EL HIJO DE JOSÉ? A mí el pasado no me atrapa necesariamente.
Lincoln lo explicó en términos mucho más bellos que yo: «Ahora mismo, quiero evitar cualquier confusión. No se trata de seguir ciegamente lo que nuestros padres fundadores hicieron en su día. Eso sería rechazar todo progreso, toda mejora del ser humano. Para Lincoln, dar las gracias, sentir gratitud, no era lo mismo que lealtad ciega. Al contrario, exige un compromiso de buena fe para mejorar el legado recibido.
Toda ls historia americana es una historia de independizarse de ciertas estructuras pesadas del pasado. Los primeros rebeldes fueron los puritanos, seguido de la generación independista, seguida de la Guerra Civil del siglo XIX, los movimientos progresistas del siglo XX, los derechos civiles de los años 60, la caída de la URSS en los 80, la guerra por el control global liberal en los años 90 y 2000, y los varios movimientos sociales de la actualidad.
Lo mismo dijo el famoso negro activista Frederick Douglass. Aunque denunció los pecados de la nación, se dirigió a su audiencia y, al igual que Lincoln, no estaba preparado para dejar que la Constitución se convirtiera en una herramienta para oprimir. Invocó los mejores «principios» de la Constitución, no sus peores aplicaciones prácticas. Defendió a los fundadores con todas sus energías. «La constitución es un glorioso documento por la libertad», acabó proclamando.
Este día, Día de Acción de Gracias, EEUU y el mundo entero está siendo golpeado por la pandemia y en muchos rincones del mundo hay unas divisiones político-sociales muy importantes. Por eso ya va siendo hora de que los dirigentes políticos, al menos en Occidente, pongan de lado esas diferencias aunque sea durante unos momentos, para redescubrir las fuentes del progreso liberal, la estabilidad, el equilibrio comercial y el imperio de la ley. Únicamente de esta manera, todo será posible en nuestro esfuerzo para redibujar qué son los límites de lo aceptable y no aceptable.
Estabilidad, equilibrio comercial, imperio de la ley, progreso, respeto y superación de ese legado de siglos y siglos que se llama pasado. No es mal programa político. De hecho, lo puede asumir cualquier persona sensata o razonable sea de derechas o de izquierdas. Aunque es dudoso que estas etiquetas sigan significando algo hoy en día, cuando personas de «derechas» defienden más fielmente la herencia universalista liberal y progresista, de raíz judeocristiana, que muchas otras que se ufanan de ser de «izquierdas.» Hay que tener cuidado con las etiquetas, porque el producto en ocasiones no coincide con dichas etiquetas. Recuerdo un artículo magnífico publicado hace ya bastantes años en el diario «El País» por el excelente historiador Juan Pablo Fusi en el que se describía la izquierda tras la caída del muro como una suma de pacifismo cutre, antiamericanismo vulgar, laicismo de pacotilla, pensamiento débil, etnicismo de pueblos pequeños pretendidamente «oprimidos» y antisionismo. Lenin, Bakunin o Robespierre tenían las ideas claras y fuerza de voluntad firme; la llamada izquierda hoy día no tiene ideas: ni claras, ni oscuras. Es una amalgama de tópicos absolutamente vulgares preñados de buenos sentimientos, por lo general falsos.
Estabilidad. Claro. ¿Acaso alguien cree que puede desarrollarse una nación sin estabilidad que proporcione seguridad a la inversión propia y foránea? Del barullo y el desmadre no sale nada. Ahí está Latinoamérica para demostrarlo. El gran logro de las naciones anglosajonas ha sido la estabilidad política y la seguridad personal. Se deja libre al individuo para que haga su vida confiando en su buen juicio. Ese optimismo tan típico del inglés y el americano clásicos unido a un sentido práctico y realista de la vida es el que forja sociedades libres que controlan el gobierno y no el gobierno a ellas. Los Estados que quieren forjar desde arriba sociedades libres crean siempre sociedades esclavas: almas muertas. Estabilidad y su hija la confianza. Esto es lo que explica el éxito de los hijos de la vieja Britania.
Equilibrio comercial. El mar es la bendición de GB, porque con él aprendió a flotar y a mantenerse a salvo de las catástrofes históricas que azotan periódicamente al continente. GB fue romana antes que anglosajona. De ahí quizá venga ese sentido orgulloso, optimista y en ocasiones hasta militar de la vida (lealtad, deber, puritanismo) que se advertía en los venerables patricios ingleses y norteamericanos. Uno ve sus retratos y piensa automáticamente en los bustos romanos: el mismo sentido del deber, la misma energía concentrada en un gesto, la misma dignidad impregnada de fría serenidad Y estos valores unidos al trabajo, algo que desconocían en el mundo antiguo las clases dirigentes. Comerciar, trabajar, ganar dinero. Crear empresas, emprender. Comerciar para mantener las sociedades sanas y equilibradas. Con el algodón de la India comenzó la Revolución Industrial. Con el librecambismo se construyó un imperio comercial cuya ética era el honor, el deber y la gloria. Era la moral de sus élites, que sabían mandar y hacerse obedecer; tenían eso que se llama autoridad, lo contrario del autoritarismo nervioso de los débiles. El imbécil dirá: qué fachas. La persona razonable en cambio pensará: esas personas sabían mandar porque sabían gobernarse a sí mismas. O sea: tenían una ética personal. Eran tipos duros, pero decentes. Laboraban para el futuro. Asumían obligaciones. Lo recuerda muy bien Alfred: lucho para que mis nietos puedan estudiar o dedicarse a tocar el trombón.
Imperio de la ley. Claro. Este es un rasgo esencial. Depender de la ley, por dura que esta sea, y no del arbitrio de un demente coronado y sus cortesanos afeminados, ruines y cobardes. Cuando murió la libertad romana murió Roma, aunque se sobrevivió a sí misma durante 500 años, decía Gibbon. Donde impera la ley existe progreso e innovación. Hay una anécdota divertida, quizá falsa, sobre Federico II de Prusia. Tenía este monarca ilustrado un conflicto serio con un subordinado por no sé qué motivo. Federico II perdió la compostura y amenazó con encarcelarle. La respuesta de su súbdito fue la siguiente: eso será, majestad, si le deja el Tribunal Supremo de Prusia. El rey soldado se echó a reír, admitiendo de buena gana que el tipo tenía razón. La libertad personal garantizada por ley lo es todo.
Progreso: consecuencia obvia de todo lo anterior. Si progresan los individuos, lo hace la sociedad. Si progresa la sociedad, se crean condiciones óptimas para el progreso particular. El individualismo bien entendido solo es posible en sociedad, no fuera, ni contra ella. Robinson no era individualista: era un náufrago.
Respeto. Pues sí. La vieja caballerosidad. Aceptar y entender al otro como lo que es: una persona que puede y debe tener sus razones y motivos. Sumar y nunca restar. La educación de las clases dirigentes anglosajonas era proverbial. Basta con leer «La educación de Henry Adams» para entender lo que era la real superioridad espiritual de aquella gente. Era también una aristocracia del talento. Aunque tampoco conviene idealizar demasiado.
Tradición. No es empeñarse en mantener los anacronismos del pasado muerto que ya es historia, sino asumir ese pasado hacia adelante. Conservar, en el buen sentido de esta palabra. Como decía Antonio Machado, hay que venerar a esos viejos conservadores sin los cuales las revoluciones pasarían sin dejar rastro. Esto se entiende o se entendía muy bien en GB.
Leía yo hace un momento en este blog un estupendo artículo de Alfred sobre la decadencia y caída de la élite WASP en los EEUU. Todo su mundo es hoy una reliquia de vitrina. Los cambios sociales inherentes a una sociedad como la americana edificada sobre sucesivas oleadas inmigratorias acabó con el viejo poder cultural anglosajón basado en un elegante elitismo aristocrático e ilustrado heredado de la vieja Inglaterra. En una sociedad abierta al mérito individual al margen de tu origen era difícil la supervivencia de una élite así, emparentada en un puñado de familias, que acabó por dimitir con, eso sí, los deberes hechos: construir una nación libre, democrática y progresista. Fue su gran servicio a la libertad. No es poca su herencia.
Un cordial saludo.
1793:
«se describía la izquierda tras la caída del muro como una suma de pacifismo cutre, antiamericanismo vulgar, laicismo de pacotilla, pensamiento débil, etnicismo de pueblos pequeños pretendidamente “oprimidos” y antisionismo. Lenin, Bakunin o Robespierre tenían las ideas claras y fuerza de voluntad firme; la llamada izquierda hoy día no tiene ideas: ni claras, ni oscuras. Es una amalgama de tópicos absolutamente vulgares preñados de buenos sentimientos, por lo general falsos.»
Correcto. Es lo que en inglés llaman, muy acertadamente, «talking points». Es decir, la «izquierda» tiene muchos «talking points», pero son incapaces de materializar nada concreto. Han llegado al fin de la historia, de su historia más bien. Y es que, el liberalismo que yo defiendo, el liberalismo que aquí se defiende en esta página, el liberalismo progresista, democrático, universal, ha podido superar y absorber a los «revolucionarios» porque saben que no hay mejor alternativa de lo que nosotros proponemos. Sí que es cierto que, quizá, yo personalmente peque de demasiado rigor ideológico abstracto, que sea yo un poco «cartesiano», pero creo también soy bastante pragmático y sé medir los tiempos que corren.
Por eso los de Bernie Sanders en USA me odian en sus foros con pasión. Saben que es cierto aquello que dije en octubre de 2019: Biden le dará una paliza a Sanders. Sanders representa las mismas fuerzas populistas del varón desesperado, pero gran parte de esa desesperación, lo voy a decir claramente, se debe a la INDISCIPLINA. No elaboro más porque creo que me entienden. Pero por si no entienden, digamos que muchos de los problemas que los populistas denuncian lo han provocado ellos mismos por su falta de disciplina. «Ohhh, no tenemos ya industria en el campo», ya claro, es cierto…y, ¿has hecho algo para mejorar eso? ¿Has estudiado otra cosa? ¿Te has reinventado?
¡Ah!
«Se deja libre al individuo para que haga su vida confiando en su buen juicio. Ese optimismo tan típico del inglés y el americano clásicos unido a un sentido práctico y realista de la vida es el que forja sociedades libres que controlan el gobierno y no el gobierno a ellas. Los Estados que quieren forjar desde arriba sociedades libres crean siempre sociedades esclavas: almas muertas. Estabilidad y su hija la confianza. Esto es lo que explica el éxito de los hijos de la vieja Britania.»
Y donde quiera que estén, hay éxito: Canadá, Australia, EEUU, Nueva Zelandia…¡hasta la India es poder nuclear! ¿Qué país de origen latino y católico puede presumir de tal condición? ¡NI UNO!
«Uno ve sus retratos y piensa automáticamente en los bustos romanos: el mismo sentido del deber, la misma energía concentrada en un gesto, la misma dignidad impregnada de fría serenidad Y estos valores unidos al trabajo, algo que desconocían en el mundo antiguo las clases dirigentes».
Muy interesante lo que comenta y observa aquí. Es muy cierto que efectivamente, parecen bustos romanos y nobles. Es que, de hecho, así lo eran. Luego, claro, llegaron los «tecnócratas» y, bueno, tenemos no solo desigualdad brutal sino mucha más vulgaridad.
Imperio de la ley.
Muy buena anécdota lo del Tribunal Supremo. Aunque, personalmente creo que en los últimos 30 años, ha habido demasiado activismo judicial en ese sentido y soy más de la escuela de pensamiento que dice que los tribunales deben ser más bien los órganos voceros del poder ejecutivo (DENTRO DEL MARCO CONSTITUCIONAL, obviamente).
«Progreso: consecuencia obvia de todo lo anterior. Si progresan los individuos, lo hace la sociedad. Si progresa la sociedad, se crean condiciones óptimas para el progreso particular. El individualismo bien entendido solo es posible en sociedad, no fuera, ni contra ella. Robinson no era individualista: era un náufrago.»
Muy de acuerdo con esto. No se puede llamar liberal al hiper individualista, ya que eso es anarquía y libertarianismo. El liberalismo tiene su parte de colectivismo, pero en lo que debe ser colectivista.
«los deberes hechos: construir una nación libre, democrática y progresista. Fue su gran servicio a la libertad. No es poca su herencia.»
Exacto…con decirle que, en parte, todos somos «americanos» ahora, por mucho que lo nieguen algunos.
Ya lo comenté algún día, pero Lenin escribió un libro enteramente dedicado a llamar niños a los izquierdistas. Ni tan siquiera creo que llamarle izquierda sea correcto, pues como se demostró, los comunistas se adaptaban a las circunstancias debidas. El concepto de izquierda y derecha existía dentro de sus partidos, sin más líneas rojas (je) que las de la nación unida («libertad de discusión, unidad en la acción»). Otro tanto se puede decir de Bakunin el anarquista, porque si de verdad se es anarquista, entonces también se está fuera del espectro izquierda-derecha (de hecho muchos anarquistas son moralistas, y esa es su única vara de medir). Y de Robespierre tampoco es cierto, en todo caso el concepto izquierda-derecha se articuló precisamente usando a Robespierre de centro, donde los que se sentaba a su derecha eran conservadores a los que les parecía bien la revolución pero sin necesidad de revolucionar más el sistema de propiedad social (o sea, que ya podían echar garras a cualquier propiedad que antes estuviera vetada de acceso a capital líquido y al financiero) mientras que los de izquierda eran los que no estaban conformes con ello y querían seguir revolucionando el sistema social de propiedad (y que probablemente hubieran acabado como en Rusia un siglo más tarde, en eso sí comparto la definición, pero hasta ahí). Por lo tanto llamarles izquierda a todos estos me parece un error.
Y por eso llamar a la derecha de «reaccionaria» es un error. Un reaccionario es un carlista, que detesta la capitalización de todos los elementos sociales, especialmente los de su querida Iglesia (que la Iglesia actúe como capitalizadora de sus recursos «eso ya tal» «es lo que hay» «mejor la Iglesia que el Estado» «mejor la Iglesia que los bolcheviques» etc.) y siendo honestos, los «derechairos» todos aceptan el sistema de propiedad nacido de la Revolución Francesa. Otra cosa es que no les guste admitirlo, pero lo dicho, aquí a nadie le gusta admitir errores porque de eso viven, de la marca (sea empresarial o partidista).
Y dicho sea de paso (aunque no mucho qu ever con el tema) a mí no me parece que ser reaccionario y ser revolucionario sean opuestos, al contrario (je) creo que son cosubstanciales, una revolución aparece porque se REacciona para REvolucionar. Es decir, hartos de la decadencia, se vuelven a poner en acción contra la acción embrutecedora y expoliadora para volver a la senda de la evolución, pero claro, esos los que hablan de «Evilution» no lo van a tragar (no necesariamente católicos… de hecho pensaba más bien en americanos). Pero cabe destacar que los católicos que reaccionaron contra la expoliación revolucionaria precisamente lo hicieron no por oscurantismo, sino porque eran campestres que necesitaban de la estructura eclesiástica tras la subida de impuestos impuesta (je) por (el) la capital que, al ser destruida (la Iglesia), dejó a muchísimos desamparados, así que no todos los que reaccionan contra la revolución lo hacen porque «aaahhh me encanta la oscuridad y la mistificación» sino por necesidades fundamentales.
No si yo jamás he negado que todos estemos americanizados, lo que digo (y si no lo he dicho lo digo ahora, pero lo cierto es que lo llevo pensando ya años) es que el cine español está tan idiotizado como el americano, y eso bueno no puede ser. También ciertas obsesiones capitalistas… entre las cuales las del Opus Dei, que abrazaron el credo capitalista americano como a un clavo ardiendo (especialmente de un crucifijo). De las pocas cosas buenas que aún le quedaba a la Iglesia era que aún eran antiusura, pero tras el Opus Dei… digamos que el «inventazo» de las hipotecas se basa en eso (y que ha perjudicado por supuestísimo a muchos americanos, que en los 60, como en España y en muchas otras partes, el sueldo daba para comprar casa y coche y más)