Desprecio contra el falso movimiento obrero desde Central Park y la Quinta Avenida

Señores: La verdad es que precisamente hoy tenía pensado grabar esta entrada, para que podáis escuchar mi voz en vez de leer textos pero me he quedado un poco afónico porque acabo de regresar de un bar muy elegante que se llama Whiskey Park. Doy las gracias a uno de sus propietarios, la Señora Doña María Teresa Ferrer, catalana de orígen, por haberme enseñado el local con tanta amabilidad. No conocía yo este bar así que me he llevado una sorpresa agradable al comprobar que el sitio es para gente de nuestros valores. Es decir – en Whiskey Park no vas a ver gente escandalosa o «hipsters». Por eso les dejamos Brooklyn o Queens. He llegado afónico porque había mucha gente y a veces me tenía que hacer oír, levantando la voz habitualmente. Tengo un pelín de resfriado pero nunca eso me detiene a la hora de realizar mis labores.

Lo primero que te encuentras es una decoración de la época empresarial reaganista, años 80, con el 80% de los clientes trajeados y conservadores en sus cortes de pelo. Es un bar geométrico, con sofás de cuero y las paredes no tienen decoración de ningún tipo. Aquí hay muchos caballeros con sus Blackberrys (yo incluido), hablando de negocios y dinero. Casi todos los clientes son banqueros y abogados.

Precisamente, hablando de negocios, estaban algunos a carcajadas con mis comentarios sobre el supuesto «movimiento obrero» que estamos viendo en nuestras pantallas. Resulta que hace unos días, «trabajadores» de Wendy’s , Burguer King y Mcdonalds tomaron las calles para manifestarse contra las «malísimas condiciones» laborales que, según ellos, «sufren». Dicen que cobran el «salario mínimo» y que con ese sueldo, «no se puede vivir en Manhattan» ni en muchas otras ciudades de EEUU.

Hoy lunes se celebró «Labor Day», que es la versión americana del 1º de mayo que se celebra en el resto del mundo menos aquí. Ya sabéis, «USA is different» en todo, como debe ser. Entonces, la izquierda aprovechó el día para arremeter contra el «capital» y exigir una subida del salario mínimo. Por supuesto, rechazo absolutamente todas esas cosas que piden en el nombre de los «trabajadores».

La semana pasada, hubo algunas huelgas masivas en más de 50 ciudades, así como campañas contra la cadena Walmart. En todos estos casos, los sindicatos organizados están reactivando sus esfuerzos para captar nuevos miembros, sobre todo en sectores que jamás han podido penetrar antes.

Sería una mala notícia si el sistema permitiera que los sindicatos se cuelen también en el sector de los servicios y la comida rápida.

Además de eso, hay algo peor: ninguna de estas huelgas han sido dirigidas en su orígen por los supuestos «obreros» que ellos dicen representar. En realidad, los sindicatos están organizando con mucha habilidad todas estas huelgas, financiándolas a través de subsidiarios que no son sindicatos, conocidos como «centros para el trabajador», que no tienen que someterse a la ley federal contra las huelgas.

Los «centros de trabajadores» es la respuesta desesperada del movimiento sindicalista para hacer frente a su declive, cada vez más notable y con menos miembros y aún menos relevancia.

Los izquierdistas dicen que estos grupos son «de la comunidad», que no están sindicalizados además, a pesar de que marchan unidos con los sindicatos a favor de políticas como «aumento del salario mínimo, bajas por maternidad y paternidad pagadas» y otras cosas inaceptables dado el nivel del trabajo que desempeñan.

El truco legal es que no negocian directamente con el empleador. Como no negocian directamente, sino que simplemente piden mejores condiciones laborales, la ley les permite el lujo de ir a la huelga porque no están «negociando» nada con el empleador. Por eso han pedido barbaridades como subir el salario mínimo a 15 dólares por hora (más del doble que el salario mínimo federal). Simplemente, ridículos. Hay abogados que cobran menos que eso la hora, como para que ahora venga un tipo que solo pone hamburguesas en una caja a exigir sueldos de ejecutivos. Es grotesco, dado lo que producen para la economía real.

La ley permite que los sindicatos declaren una huelga que dure no más de 30 días como máximo. Pero como la ley no es aplicable a estos «centros», entonces pueden salir a la calle con tiempo indefinido para intentar coaccionar a los empleadores y dejarles que puedan organizarse en un sindicato.

También se escapan de la transparencia financiera y normativas establecidas en las leyes laborales que regulan a los sindicatos en este país. Incluso, algunos están inscritos en la Agencia Tributaria Federal como organizaciones «sin ánimo de lucro». En consecuencia, no tienen que aportar una lista de quiénes son los que financian su risible chiringuito.

Por eso ahora se están centrando en la industria de la comida rápida en EEUU. De hecho, los dos grupos detrás de las huelgas hosteleras son financiados por el sindicato «internacional» de los empleados en servicios.

Todos estos grupos emplean una estragtegia parecida: buscan el protagonismo que provoque titulares en la prensa movilizando un número muy reducido de empleados (no me gusta la palabra «trabajadores»), con ayuda de provocadores profesionales.

De esta manera, dan la impresión de que hay un descontento generalizado en los servicios, cuando lo cierto es que probablemente no haya tal descontento.

La verdad es que los sindicatos han ido perdiendo a más y más miembros durante las últimas siete décadas. Por eso están tan deseperados, fabricando una crisis laboral donde no la hay. En el sector privado, de un 35% en los años 60 y 70, hoy los sindicatos no llegan ni al 6% del sector privado gracias a las leyes liberalizadoras de Reagan en los 80.

Nosotros ya hemos sido testigo de lo que fue el movimiento «Occupy Wall Street» — un fracaso absoluto, gracias a Dios. Pudimos ver como a pesar de ocupar parques y tumbarse en las aceras, resistiendo a la policía y gritando cuatro tonterías odiosas contra el alcalde millonario Bloomberg, el movimiento fue un total fiasco. Ya veremos si los sindicatos consiguen algo copiando las tácticas fallidas de «Occupy». Con un poco de suerte, la crisis fabricada por estos «centros de trabajadores» solo se quedará en un inconveniente al tráfico algunos días, provocando más titulares que cualquier tipo de avance para sus oscuros intereses basados en el resentimiento contra los que tienen más y mejor.

Los sitios de comida rápida pagan lo que pagan por muy buenas razones. El trabajo no requiere ningún tipo de talento que sea escaso en el mercado. Cualquiera de esos trabajadores son sustituibles en cuestión de segundos. Si tienes 25 años y trabajas al lado de un chaval de instituto, simplemente no estás dando la talla por alguna razón u otra. Nadie trabaja en el Mcdonalds para «sobrevivir» – se trabaja en esos sitios porque es dinero fácil y rápido para pagar algunas facturas. Dudo mucho que tengan una «pasión» por dar un servicio excelente en sitios de comida rápida. A no ser que aspires ser el dueño de la franquicia algún día, no deberías aceptar un empleo así esperando más de lo que te ofrezca la empresa. Trabaja en el Mcdonalds para pagar tus facturas de móvil o los gastos de luz o algún que otro arreglo de tu coche. No esperas hacerte rico ni hacer carrera en sitios así. Eso es grotescamente absurdo. Estoy seguro que los empleados que de verdad quieren algo mejor en su vida están haciendo otras cosas que no incluyen ponerse delante como monos con cartelitos delante de un Wendy’s o Burguer King. Basta ya de tonterías.

Sea como sea, los empleados que están siendo manipulados por los sindicatos en este proceso se merecen algo mejor. Y el público americano, la gente decente que va al trabajo todos los días sin quejarse constantemente ni pedir que el gobierno resuelva todos sus problemas, también.