Un sábado «wasp» y añejo

Señores: Ayer sábado tuvo lugar mi iniciación oficial en la New York Society Library. Llegué a las 9 de la mañana en punto, y para mi sorpresa inicial (no debería haberme sorprendido teniendo en cuenta la naturaleza «wasp» de la institución), la señora que estaba dirigiendo la venta de libros era inglesa. Compré un arsenal entero de libros, para ir construyendo mi biblioteca personal. El salón estaba lleno de miembros y visitantes corrientes, pero lo que más siempre se nota es el tono de voz bajito con el que hablan los anglosajones.

Cuando me acerqué a la mesa para pagar, noto que la señora no tiene ni calculadora ni máquina para la venta, sino una sencilla caja de metal con dinero, al estílo antiguo. Me preguntó, tras pagar, lo siguiente: «Señor, ¿usted es miembro verdad»? Le dije: Casi, señora, hoy es mi iniciación. «Ah, espléndido – acuda usted al mostrador e indíqueles que baje el encargado de las guías, para que le guíen por la mansión y le presenten al consejo directivo.

Seguí las instrucciones y la señora del mostrador me dijo que esperara unos minutos mientras bajaba el guía. Me lo presenta y yo me presento a él: «Encantado, señor». «Acompáñeme, don Alfredo, páse por estas escaleras». Obviamente, pude ver toda la mansión y ya sé ubicarme. Me enseñó un pasillo oculto, subterráneo, con cuartos pequeños para los escritores, por si queremos más silencio o privacidad. En un descuido, mientras él me explicaba todo, un señor mayor abrió la puerta de uno de los cuartos y le dijo «¿Podría usted no mantener conversaciones aquí? Gracias». Nos disculpamos y el señor volvió al cuarto, esta vez cerrando la puerta con pestillo.

Han hecho una restauración completa de la mansión que ha costado millones de dólares pero es una obra de arte impresionante, sobre todo los techos originales restaurados para ser exáctamente como eran.

La mansión biblioteca privada se encuentra en la calle 79, entre Madison y Park Avenue, a un paso del famoso Central Park en la Quinta Avenida. La biblioteca no tiene nada informatizado. Si necesitas encontrar un libro, es necesario al catálogo de fichas, al estílo antiguo. Sí hay conexión wifi, pero solo se permite usar el ordenador en un salón reservado para ello, para así no molestar a los demás usuarios con el teclado y el ruido que emite.

Truman Capote fue usuario conocido de esta institución cuando llegó a Nueva York y la dramaturga Wendy Wasserstein usaba la palabra «celestial» para describir ser usuario aquí. Para los «nostálgicos» de una época más señorial, esta biblioteca sirve más como refugio que biblioteca. El pasado de verdad impregna todo en esta gran institución. Ilustres personajes como Churchill, Dickens y Thackeray la han visitado, y Alexander Hamilton fue miembro, como también el traidor asesino Aaron Burr.

No es una biblioteca para todo el mundo. Como dijo el guía, «las bibliotecas públicas obviamente cumplen un propósito específico, para su público, que es otro, con otras necesidades». Los trabajadores de la biblioteca son de lo más paciente y educado que he visto, y muy tolerantes. Se nota que tienen ganas de ayudar a los miembros y nunca están de prisa. Nadie en este barrio te trata con la ligereza «rápida» y brusca tan común en una ciudad como Nueva York donde cada minuto cuenta y es dinero.

Aparte de eso, como ya he dicho, la zona es (para mí), la mejor de Nueva York. Siempre ha sido mi barrio preferido (pero no es para todo el mundo, debido a su ambiente formal y anticuado). La zona tiene inmejorables sitios para comer también, a cualquier hora que apetezca durante el día: hay un sitio que hasta hierve el pavo para que nunca esté seco. También está el Ambrosio, con ambiente muy europeo, pero caro. Me gusta el trato personal que dispensan a todo el mundo (seas miembro o visitante), te tratan bien, educados, sin gritos o malas formas. En este barrio, gritarle a una persona o tratarle de forma irrespetuosa no es algo procedente.

Después de mi iniciación como miembro, en la que me presenté formalmente y hablé sobre mi misión en la vida, salí solo, con una sensación positiva, a tomarme un café con leche (latte como dicen aquí) al famoso Via Quadronno. Es un sitio caro, no es para todos los bolsillos, porque poca gente está dipuesta a pagar 6 dólares por un café, pero para mí es, con diferencia, uno de las mejores cafetines de Manhattan. Va lo que aquí llaman «beautiful people» (gente bella, guapa) y eso es algo que valoro, porque me gusta mucho la estética y el buen ambiente de calidad. El sitio estaba desbordado de gente, y aún así, no se oyen gritos ni voces. Eso es lo que, repito, tanto me gusta del mundo anglosajón. En mi pequeñísima mesa, se sentó una señora rubia cincuentona porque estaba buscando un bolígrafo. Me dijo: «Le pido disculpas señor, solo me voy a sentar un segundo para buscar mi bolígrafo ya que no hay espacio de pie». Yo le dije que se sienta bienvenida y tome su tiempo. Cuando salía ella del sitio, tanto su marido como ella me saludaron. Después, fui a la Quinta Avenida, a un paso, para pasear y sacar algunas fotos. Con vosotros comparto tres, incluida la de algunos libros antiguos que compré. El libro rojo se titula (no se ve bien en la foto) «Relatos universitarios» y es del año 1923. El autor se queja de la «meritocracia» que empezaba a hacer ciertos estragos en la época, diciendo que los universitarios tenian uns orígenes cuestionables en algunas universidades del estado. No comparto lo que dice del todo en todas las cuestiones, pero sí es muy cierto algunas cosas que dice.