La tiranofobia y sus consecuencias (III): Conclusiones

Antes que nada, unas palabras muy breves sobre el acto terrorista ayer en Boston. Esta no es una bitácora de periodismo ni el enfoque son las notícias del día. Si surge algo interesante, lo comento pero el contenido no siempre encaja con los temas de vuestro telediario. Sólo comparto el mismo mensaje que ya le dí a los anglo-americanos en Facebook, ayer: «All official reports confirm that what happened today in Boston was nothing less than a terrorist attack. For more than a decade, the US and its allies have been waging a War Against Terror. The success of recent years in places like Pakistan demonstrate that they nay sayers are wrong. We can win this war. But the monster of terrorism must still be confronted. We have to remove the head to destroy the beast itself. Never has evil been as sophisticated as now with all the technology. Terrorists have always been anxious to inflict civilian casualties. So, again, the West must prevail and the War on Terror must continue and be perfected, lest we enter an era of lawlessness and mayhem without parallel in modern history. Terrorists must be put on notice that they cannot ever get their way through their method. Now it will be the task of the American government and its allies elsewhere to find these people, apply justice as appropriate and when found guilty, execute them.»
———————————————————
Dijimos en la última entrada que la Constitución de EEUU nunca resolvió de forma definitiva el problema del Poder Ejecutivo. La historia de los EEUU, a partir de 1787, solo refleja un aumento paulatino del poder presidencial, aunque con aspectos cíclicos y valles, como si fuera un gráfico económico del PIB. La lista más conocida de presidentes poderosos incluye a Washington, Jackson, Polk, Lincoln, Teodoro Roosevelt, Wilson, Franklin Roosevelt, Nixon, Reagan y Bush II. Si os fijáis, a cada presidente poderoso le ha seguido un presidente o dos mucho más débiles que sus antecesores (podemos casi incluir a Truman como presidente «débil» a pesar de que pudo imponer el dominio americano en el mundo y sus instituciones y también dirigió una guerra unilateral en Corea). No obstante, fue un presidente muy poco popular y perdió una gran batalla con el Tribunal Supremo. Todo presidente poderoso ha sido acusado de ser un peligroso César (y también muchos presidentes débiles). La furia popular contra la concentracón de poderes en manos de un hombre conducía habitualmente a consecuencias políticas, impidiendo la capacidad de los sucesores a la hora de ejercer el poder. Muchas de estas presidencias también sufrieron cambios formales — legislativos y constitucionales — diseñados para limitar el poder de los presidentes en el futuro.

Hay varias hipótesis sobre el papel que ha jugado la tiranofobia en la historia americana. La primera es la más «popular» y conocida (pero no más cierta o correcta). Dicen que la herencia tiranófoba, tal y como se refleja en la Declaración por la Independencia y debates posteriores, ha sido una fuerza positiva en América porque ha servido como un baluarte contra «los abusos del poder ejecutivo», motivando así restricciones de facto sobre el poder ejecutivo o contribuyendo al escepticismo popular hacia los «demagogos» que han intentado conseguir el poder ejecutivo en Estados Unidos. Presidentes muy populares, como Franklin Delano Roosevelt, también fueron objeto de tiranofobia en su día. Cuando FDR intentó llenar el Tribunal Supremo con sus jueces, hubo resistencia notable y de hecho, la XXII Enmienda en EEUU, que limita a los presidentes a un máximo de ocho años, fue introducida después de su presidencia. También se legisló contra el poder ejecutivo a través de una nueva ley administrativa que iba contra el ejercicio del poder administrativo ejecutivo. Esta idea convierte un miedo irracional, un prejuicio, en virtud. Se hace fácil de esta manera imaginarse a «nobles ciudadanos desde abajo» luchando contra un «malvado» Goliat ejecutivo. Desde luego, es absurdo.

La segunda hipótesis es que la tiranofobia es un fenómeno irracional que ha obstaculizado muchísimas actualizaciones institucionales necesarias, como ya comenté el otro día. Realmente, es difícil encontrar otro país que sea tan «tiranofóbico» en su discurso y razón de ser como lo es Estados Unidos. Aunque, cabe recordar que este miedo irracional se da principalmente entre las élites de la sociedad americana, no tanto entre las clases populares.

Muchos países son autoritarios, por supuesto y la gente en países autoritarios normalmente no critican a sus gobiernos abiertamente. Entre las democracias, algunas tienen una vena autoritaria, como Francia con su tradición gaulista. En Alemania, el criterio que suele marcar todo discurso político no es la dictadura sino el nacionalismo. Reino Unido no teme una amenaza desde el siglo XVII y está cómoda con su monarquía ceremonial, poderoso o poderosísimo parlamento y en consecuencia, poderoso primer ministro (ejecutivo). Quizá algunos pensarán que la tiranofobia entonces es característica de países que tuvieron dictaduras hace poco y ahora tienen democracia, como son los casos de España, Argentina, Chile, Brasil e Indonesia. Sin embargo, en esos países aún quedan muchos elementos que apoyaron a los regímenes autoritarios. A diferencia de esos países, EEUU expulsó a los elementos pro-británicos después de la Guerra de Independencia. Hay otro dato más que mucha gente ignora: gran parte del discurso tiranófobo en el contexto estadounidense realmente tiene cas todo que ver con el miedo que siente la élite de que un «dictador malvado» les va a robar su riqueza para dársela a los pobres. Por eso a veces resulta curioso ver a un «libertarian» gritando contra tiranos imaginarios, teniendo en cuenta sobre todo que salvo algunas excepciones famosas, los «libertarian» suelen ser o bien varones blancos con dinero, o bien varones blancos ignorantes y pobres. El discurso «anti-todo gobierno» en EEUU realmente no surge hasta los años 50 y 60 cuando la élite blanca vio que el Estado también se podía usar en su contra. Si a eso añadimos el hecho de que históricamente los blancos han usado gobiernos para oprimir pueblos por motivos religiosos, económicos y otros, entonces todo encaja bien y es lógico que en la «mente blanca» exista cierta aversión hacia el gobierno. Pero esto es algo que los «libertarians» en España deberían saber. Un gran porcentaje del movimiento «libertarian» o tiranófobo en EEUU suele estar compuesto de blancos que odian al Estado porque lo identifican con ayudar a sus enemigos o enemigos percibidos.

Armados ya con este contexto histórico y comparativo, analicemos entonces la relación entre tiranofobia y dictadura en EEUU. Si la tiranofobia fuera una salvaguardia contra la dictadura, quizá tendría sus beneficios. Pero yo insisto en que la tiranofobia NO ES una salvaguardia contra las dictaduras o en el mejor de los casos es una actitud innecesaria y cara. Es como si pusiéramos nuestra casa bajo tierra para protegernos del riesgo de que caiga un meteorito. No hay ningún motivo racional para que el pueblo aquí acepte la tiranía porque no existen factores demográficos para facilitar ese fenómeno. Principalmente, EEUU hoy es un país demasiado rico como para caer en dictadura totalitaria. La tiranofobia existente solo puede ser irracional y si detiene instituciones o políticas que son necesarias o deseables, la tiranofobia produce unos costes sociales que superan los beneficios. Como dato curioso, según los datos internacionales, el otro país del mundo que sufre más tiranofobia, al mismo nivel que EEUU, es ESPAÑA. Solo el 33% de españoles (misma cifra que estadounidenses) piensa que es bueno tener un líder muy fuerte. No es de extrañar entonces que España sea, después de EEUU, el país donde más ha proliferado la ideología libertariana, desafortunadamente.

A muchos americanos les «molesta», en su imaginación colectiva, la ostentación de la oficina presidencial. La idea de tener un fuerte presidencialismo no suele encajar bien entre sensibilidades republicanas. La sospecha de que cualquier presidente podría secretamente intentar conseguir poderes dictatoriales es simplemente un elemento más del estílo paranoico que caracteriza la política anglo-americana, que siempre ha considerado que cualquier cambio social radical es el resultado de las maquinaciones de individuos o pequeños grupos que supuestamente tienen poderes extraordinarios en la mente colectiva del país. O sea, conspiranoias de toda la vida.

En general, la tiranofobia en EEUU se debe a cierto sesgo cognitivo y otros fenómenos psicológicos. Al igual que un solo accidente nuclear puede provocar que la gente exagere los riesgos de la energía nuclear y en consecuencia exigir que el gobierno acabe con esa industria, el choque de los fundadores contra la «tiranía ejecutiva», así como ejemplos históricos de dictadores com Mussolini, Hitler, Stalin y Mao ha provocado que los americanos exageren el riesgo del poder ejecutivo y de ahí recular con gritos contra cualquier acción razonable que conlleve más autoridad ejecutiva. Esta histeria se hace cada vez más evidente, a pesar de que nunca en la historia ha sido tan difícil imponer una dictadura como ahora.

Otra actitud, que también suele estar evidente en la cultura política americana es que la ausencia, a lo largo del tiempo, de controles legales sobre el Presidente ha alimentado la tiranofobia porque ignoran los controles de facto. Tocqueville el liberal ya dijo que los americanos son muy «legalistas» y sigue siendo un rasgo permanente del discurso político anglo-americano que hasta las élites suelen equiparar la ausencia de controles legales sobre el ejecutivo con la ausencia de CUALQUIER control.

En la época de Bush II, no pocos estudiantuchos de tercera compararon el EEUU de Bush con la Alemania de Weimar. Estas declaraciones son peor que irresponsables: son ignorantes. No es de extrañar que los los que más afirmaron cosas así son los mismos que consumen drogas o abogan por la legalización de las mismas.

Otro hecho más que no es tan obvio. Los teóricos legales, los juristas, sobre todo los que se consideran «liberales» e incluso liberal clásicos, a menudo expresan su preocupación de que la manida «separación de poderes» se ha atrofiado a lo largo de los siglos XX y XXI. Se quejan de que vivimos en un estado administrativo, de que hay presidencias imperiales, y que en muchos aspectos, los presidentes gobiernan sin ningún control legal importante, aunque tengan incentivos políticos para cooperar con el Congreso y conseguir autorización legal para sus acciones. Entre los errores de cálculo cometidos por los padres fundadores fue su fracaso a la hora de entender el poder presidencial que hay detrás de cualquier acción unilateral. Esto es, el poder del presidente para tomar medidas en el mundo real, sin mucha autorización legal o ninguna, creando un ambiente nuevo en el que la respuesta de otras instituciones es limitada.
En la versión más recalentada de este criterio, estos hechos se interpretan como prueba contundente de que existe un riesgo real de tiranía ejecutiva. Como liberales, deberíamos decir lo contrario. Debemos pensar que en realidad, los mismos desarrollos a gran escala en materia económica y política que han provocado tal relajación de controles legales sobre el ejecutivo también han fortalecido los controles políticos. Los controles legales sobre la presidncia han sido minimizados debido a la necesidad de tener un gobierno más centralizado que antes, que sea eficiente en un mundo complejo y global. Esto a la vez ha provocado que surjan unos controles políticos que hacen de la democracia en EEUU una fuerza fija y equilibrada.

La economía moderna es muy compleja y exige un gobierno más administrativo. Esta economía moderna también es capaz de crear riqueza, ocio, educación y demás cosas que fortalecen la democracia a la vez que dificultan la tiranía real. Los presidentes modernoos están muy limitados, no tanto por leyes del Congreso o la absurda teoría de la «separación de poderes» sino por la «tiranía de la mayoría», precisamente y, sobre todo, la opinión de las élites que marcan las tendencias de opinión. Todas sus acciones son analizadas con detalles, hay un constante chorro de documentos filtrados a la prensa de sus oficiales, los periodistas se comportan como asesinos a sueldo de sus respectivos periódicos y cualquier «abuso» es inmediatamente denunciado. La presidencia moderna es una pecera, porque la población hoy tiene mucho más tiempo (ocio), debido a su riqueza, para analizar las acciones del presidente. Lejos de tener presidencias imperiales, en todo caso precisamente haría más falta controles sobre la población para que los presidentes pudiésen actuar con más libertad de acción.

CONCLUSIONES

Aún si fuera cierto que la tiranofobia alguna vez sirvió como control efectivo contra tiranos potenciales, ese control es hoy innecesario, a la luz de la estabilidad tan excepcional que existe en EEUU y en casi todas las democracias occidentales. En consecuencia, si bien es cierto que la tiranofobia puede ser «anti-dictatorial», tampoco es menos cierto que enlentece en demasía cesiones de poderes útiles al ejecutivo y crea costes sociales a la hora de transferir poderes necesarios al ejecutivo.

En otro artículo, hablaré con mucho más detalle sobre qué instituciones e iniciativas legislativas nos darían más beneficios sociales si se aumentara el poder ejecutivo, especialmente en el dominio del antiterrorismo pero que actualmente se ven bloqueados por la tiranofobia y el pánico libertario. Los camellos modernos que trafican con tiranofobia – desde Orwell hasta Jorge Lucas, no deben ser adorados como defensores de un estado liberal, sino al contrario, deben ser apartados como intrigantes que difunden desinformación política para provocar pánicos en la sociedad, con fines políticos más que cuestionables.

7 comentarios

  1. Sigfrido · ·

    Verdaderamente, ninguna nación que quiera preciarse de ser respetada en el mundo, puede jactarse jamás de tener ejecutivos débiles, sometidos a los vaivenes parlamentarios o a los tejemanejes de los partiduchos políticos.

    Si echamos una vista atrás, veremos que a lo largo de la historia, los países han avanzado verdaderamente cuando estaban bajo la férula de gobernantes fuertes, que supeditaban sus intereses propios a los de la patria, y que además, no se preocupaban por el «esto nos va a costar unos votos».

    Orwell hizo sus críticas basándose en sus propias experiencias con el comunismo malvado, con lo que en ese sentido debe ser interpretado.

    Por cierto, Griffin, el del BNP, ha publicado un artículo muy interesante sobre Thatcher.

    http://www.bnp.org.uk/news/national/goodbye-margaret-thatcher

    Es ostensiblemente crítico, pero a la vez honrado, porque reconoce virtudes a la «Iron lady» y reconoce que los actuales politicastros son moral y políticamente muy inferiores a ella.

    Al menos, Griffin ha hecho una argumentación elaborada de sus críticas, al contrario que los Galloway y demás gentuza que no sabe más que vomitar odio y rencor.

  2. Alfredo · ·

    Sigfrido:

    «Verdaderamente, ninguna nación que quiera preciarse de ser respetada en el mundo, puede jactarse jamás de tener ejecutivos débiles, sometidos a los vaivenes parlamentarios o a los tejemanejes de los partiduchos políticos.»

    Correcto — incluso el propio Jefferson, tan adorado por los libertarians que pululan por aquí a veces, se dio cuenta de esto inmediatamente nada más entrar a la presidencia. Muy característico del veleta, ya no hablaba tanto de la «soberanía agraria». De hecho, ya sabemos el papel que jugó en la expansión de los EEUU y su rechazo a la supremacía del Tribunal Supremo que ya empezaba a ponerse chulo en aquella época.

    «Si echamos una vista atrás, veremos que a lo largo de la historia, los países han avanzado verdaderamente cuando estaban bajo la férula de gobernantes fuertes, que supeditaban sus intereses propios a los de la patria, y que además, no se preocupaban por el “esto nos va a costar unos votos”.

    Sí, justamente lo contrario a lo que ocurre ahora.

    «Orwell hizo sus críticas basándose en sus propias experiencias con el comunismo malvado, con lo que en ese sentido debe ser interpretado.»

    Ocurre que a Orwell le utiliza tdo tipo de indeseabñle para criticar cualquier medida de gbierno fuerte. «Uisshhh, eshooshh es orweliano». Aunque, insisto, a mí nunca me gustó Orwell y su novela 1984 me parece tremendamente exagerada. Se comete un error muy a menudo en la derecha: el comunismo no es malo por ser fuerte o «autoritario» — es malo por el sistema económica que impone. Si caemos en esa trampa de «uyy qué malo es el comunismo porque controla todo», entonces se le da pie a los libertarianos que siempre critican cualquier medida estatal por muy necesaria que sea.

    El artículo de Griffin me ha parecido muy exagerado en algunas cosas, aunque por supuesto no comparable a lo que dice el asqueroso islamista Galloway. Galloway me recuerda a los resentidos que vienen por aquí a veces a insultarme.

    Griffin dice que Thatcher votó para legalizar el aborto y la hmosexualiidad. Lo del aborto no es del todo cierto — ella decía o tenía una postura muy `parecida a la mía. Hay que permitir el aborto en determinadas circunstancias: violación, taras físicas irreparables, dentro de ciertos plazos, etc. En cuanto a la homosexualidad, es muy cierto que votó por despenalizarla, aunque en 1988 se prohíbe difundir adoctrinamiento homosexualista en los colegios públicos.

    En cuanto al «Single European Act», entiendo la crítica auqnue no me parece justa. Lo cierto es que cualquiera que lea el texto original y la propuesta del Single European Act sabrá que en absoluto se imponía tantas condiciones para ceder soberanía a Europa. De hecho ya había una cláusula (luego eliminada) que daba mucha influencia y poder a Reino Unido. En tales condiciones, yo también hubiese firmado el Acta sin vacilaciones.

    «y reconoce que los actuales politicastros son moral y políticamente muy inferiores a ella.»

    Cameron dijo esta mañana «todos somos thatcheristas ahora». ¡¡OJALÁ FUERA CIERTO!! Lo cierto es que Cameron NO ES Thatcherista, por mucho que pretenda engañar a los demás. Quisiera él serlo.

    Saludos

  3. Sigfrido · ·

    Alfredo.

    El T.S se puso a tocar los cojones casi desde su inicio…qué gentuza.

    Orwell:

    Veamos. La URSS no era mala por ser «autoritaria», sino por ser «totalitaria». El problema del comunismo, es que quiere desalojar a Dios de este mundo, para, a modo satánico, poseer el alma de las gentes a las que sojuzga, creando una suerte de autómatas desarraigados. Y es por esa visión ontológica del hombre, igualitarista y termitera, por la que el sistema económico comunista ha fracasado estrepitosamente.

    Claro, Griffin exagera un poco en lo del aborto, y en lo de los maricones hay que decir que al menos la Thatcher tampoco era tolerante con respecto a esa conducta depravada, al contrario que la Aguirrona. Su error fue apoyar la despenalización de la sodomía.

    Con sus puntos discutibles, el artículo de Griffin me parece serio y bien argumentado, reconociendo además la gran labor thatcheriana en la lucha contra los comunistas. Todos los cerdos izmierdistas que hoy han celebrado la muerte de Thatcher, son unos descerebrados que no saben más que escupir odio. Y no es extraño, dado que la mayoría son delincuentes en potencia y unos antipatriotas. Galloway es un vendido a los moros, como usted ha recordado, y además un zafio de la peor estofa.

    Ja,ja,ja, ya le gustaría a la Camerona…él y sus adláteres no valen una mierda, y están llenos de complejos.

  4. Sigfrido · ·

    Otro dato curioso:

    Estuve viendo el funeral en Skye, y noté que en general,apenas había ethnics entre el público pro-thatcherista congregado en las calles para despedirla.

    Un saludo

  5. Alfredo · ·

    Sigfrido:

    Orwell:

    «La URSS no era mala por ser “autoritaria”, sino por ser “totalitaria”. El problema del comunismo, es que quiere desalojar a Dios de este mundo, para, a modo satánico, poseer el alma de las gentes a las que sojuzga, creando una suerte de autómatas desarraigados. Y es por esa visión ontológica del hombre, igualitarista y termitera, por la que el sistema económico comunista ha fracasado estrepitosamente.»

    Pero recuerde que un sistema no tiene por qué ser «de izquierdas» o comunista para ser totalitario. Por ejemplo, el ISLAM es un sistema totalitario — sé que usted no ha dicho lo contrario, pero me gusta afirmarlo por si acaso hay algún incauto leyendo esto.

    En cuanto a la igualdad, hay que tener cuidado con este tema, sin entrar en extremos. Lo que ocurre es que se suele confundir, sobre todo hoy, igualdad «de» tal o cual cosa.

    Osea, esta gente ve a dos personas iguales si tienen el mismo salario, recursos, oportunidades, etc. En contraste, yo veo igualdad entre dos personas cuando aceptan la obligación de justificar sus acciones con principios que sean igualmente aceptables para el otro y en la cual exista consulta mutua, acciones recíprocas y/o reconocimiento. Obviamente no descarto que también hay que a veces mirar el tema de la redistribución debido a los sentimientos humanos – es decir, un ejemplo sería el de algún bien material que una persona tenga pero que también sea necesario para alguien con menos dinero.

    Traté este tema en esta serie:

    https://liberalismodemocratico.wordpress.com/2013/01/12/la-igualdad-finanzas-piernas-latinas-salsa-cartas-y-demas-asuntos/

    https://liberalismodemocratico.wordpress.com/2013/01/10/la-igualdad-que-tipo/

    «Claro, Griffin exagera un poco en lo del aborto, y en lo de los maricones hay que decir que al menos la Thatcher tampoco era tolerante con respecto a esa conducta depravada, al contrario que la Aguirrona. Su error fue apoyar la despenalización de la sodomía.»

    Sin embargo votó a favor de mantener la pena de muerte — siempre la apoyó aunque desafortunadamente no estaba en mayoría de partido. Su marido, por cierto, era contrario a la pena de muerte. Ah y claro que n era como la Aguirrona. Thatcher jamás hubiese ido a una «fiesta del orgullo gay» — de hecho probablemente hubiese delimitado la celebración, a la vista de sus duras críticas a la militancia homosexual en los ayuntamientos. Todo esto está documentado.

    ¿Es usted consciente, Sigfrido, de que el ayuntamiento de Londres en los años 80, controlado por los laboristas radicales, gastaron millones de libras en la revista política pro-gay «The Londoner», más de 300 mil libras en las campañas políticas de adoctrinamiento pro-gay y más de 200 mil libras para promover grups de minoríias como el colectivo inglés de prostitutas, línea lésbica y un grupo de «gay rights» para adolescentes?

    Thatcher dijo sobre eso que era una desgracia de derroche de dinero público y que por eso muchos empleos estaban perdiéndose en Londres, ya que preferían invertir en «invertidos» (perdón si alguien se ofende pero encaja con mi frase) antes de invertir en empleos. VERGONZOSO.

    «Y no es extraño, dado que la mayoría son delincuentes en potencia y unos antipatriotas.»

    Esa escoria es totalmente antidemocrática y representan todo lo que no es el liberalismo clásico. En efecto, muchos son antipatriotas y la policía debe mantenerles muy fichados a la par que controlados.

    «Galloway es un vendido a los moros, como usted ha recordado, y además un zafio de la peor estofa.»

    Bajo mi sistema, el partido de Galloway se investigaría y de encontrarse vínculos islamistas, que muy posiblemente los tenga, LE CERRARÍA EL CHIRINGUITO.

  6. Peter Foran · ·

    Buenos días,

    Las personas que aparecen en estas fotos sí que padecen tiranofobia, gracias a Dios.

    http://news.sky.com/story/1079332/thatcher-funeral-pockets-of-protests

    Peter Foran

Comente

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

A %d blogueros les gusta esto: