¿Tiene futuro el calvinismo?

Decía yo el domingo pasado que Calvino no permitió que las emociones se mezclaran con la fe. Esa era la debilidad de las enseñanzas de Lutero. Satanás lo atacó en su confianza sobre la salvación y ya no servían las botellitas de tintas arrojadas para combatir al Diablo y sus astutos asaltos. Calvino no sufrió esas neuralgias de duda sobre su lugar ante Dios. Con un criterio mucho más astuto, supo que las emociones y sentimientos no son criterios fiables. ¿Estabas sinceramente de parte de Dios? ¿Lo demostraba tu vida? Ese era el criterio racional de Calvino. Algunos dijeron que la teoría de la predestinación de Calvino se convirtió en un fatalismo que indujo hacia un parálisis de iniciativa ética. De hecho, hizo lo contrario. Preparó la voluntad de los hombres. Les saturó con inspiración para que fueran heroicos y provocaran el milagro de una revolución moral en todas las esferas de la vida, en todos los rincones del mundo.

El calvinismo funcionaba como un buen purgante moral y estimulante donde quiera que haya conseguido tener influencia y esa fue – y es – su mejor gloria. Limpió los establos de Augeas en Ginebra. Irrumpió en los tribunales licenciosos y avergonzó a individuos temerarios, viciosos y sensuales con la Ley de Dios. En todos los sitios despertó conciencias aletargadas. Creó una devoción refinada, intensa, que luego se desarrolló para convertirse en una fuerza de belleza y buena conducta que ha sido una de las ventajas más favorables para el mundo.

Como recordatorio de ese espíritu que debía inculcar toda la vida, pública y privada, tenemos el ejemplo de la ampliación de educación en Escocia, cuyo objetivo era promover el aprendizaje y la virtud para el beneficio de la iglesia y la comunidad. Un esfuerzo que provocó la promulgación de la sesión Kirk en St.Andrews, donde se prohibió casarse a cualquier parejita que no supiera repetir el Padre Nuestro, el Credo y los 10 Mandamientos; resúmenes que combinan lo más importante de los elementos teológicos y morales para los cristianos.

Todo esto explica la actitud de Calvino hacia la herejía. Calvino tuvo mucha paciencia con todos los caprichos espirituales de su época, que le rodeaban. Perdió la paciencia con el hereje español Miquel Servet por motivos que ya conocemos pero bastante tolerante fue con él también, teniendo en cuenta las cosas que defendía Servet en materia teológica.

Declarar que los cimientos doctrinales del calvinismo son condenables; deshacerse de la predestinación con mucho odio; considerar que la Biblia es un panfleto rural con medias verdades «entre muchas», convertir a las iglesias en centros sociales relajados en vez de lo que son y es posible que tengas razón para creer que has condenado al cuerpo del calvinismo para que quede tirado en una tumba descomponiéndose; pero has ignorado lo más importante, su alma. Al igual que ocurre con el puritanismo moral en EEUU, sigue en marcha para siempre.Porque el calvinismo, como ya os he dicho, no tiene mucho que ver con su sistema de doctrinas. Puedes quizá ignorar o descartar la mayor parte (aunque si lo haces, tendrás que también relegar ser cristiano a la basura) pero no lo has podido matar. Los dogmas calvinistas no son más que la ropa y el aliimento de la esencia más importante de ser cristiano, el espíritu que representaba Calvino mismo, porque Calvino era la encarnación del mismo, del espíritu de dependencia humilde en un Dios soberano, de obediencia paciente a su voluntad santa, de consagración en su corazón a cumplir con su deber, de fe perfecta en un Dios eterno que nunca cambia ni cambiará.

Muchísimos liberales ignoran que el calvinismo inició una época donde el espíritu comunal era imprescindible. El Reino de Dios, entregado a los elegidos de Dios para realizar, es una hermandad, y a través de los servicios recíprocos de los hermanos puede ser realizado. Aunque es cierto que Calvino elevó el valor del individuo a su nivel más alto, exigió que el individuo usara ese valor para ejecutar sus deberes sociales y responsabilidades. Todo hombre era dentro de sus posibilidades, directamente responsable por el cuerpo político. Él sí era guardián de su hermano. Este era el principio que le caracterizaba en sus legislaciones, y de hecho hay un cierto consenso de que Calvino fue mejor legislador que teólogo. Lo vemos en la confesión nuestra, la Presbiteriana, cuyo genio es la participación de TODOS y cada uno de sus miembros en la dirección de los asuntos eclesiásticos. Lo vemos en la Constitución de Ginebra, dictada verbalmente por Calvino, donde se defiende la ley de los estados representados por asambleas elegidas. Lo vemos en la legislación paternal de Calvino, que no tenía ningún problema con permitir la invasión de un santuario hogareño donde la independencia autónoma en realidad sea el ejercicio de la anarquía. Lo que sucedía – y sucede – «puertas dentro» sirve a menudo como desfiladero en el que corre la corriente evenenada del vicio y el pecado para destruir una nación entera. Por primera vez, tenemos a un teólogo y político preocupado no tanto de «la Iglesia», sino de los seres humanos y su comportamiento dentro de una comunidad unida, con objetivos comunes.

Ahora bien, Calvino era una persona aristocrática, tanto en su temperamento como por convicción. La doctrina de la predestinación representaba para él la sanción de gobierno aristocrático, esto es, gobernar a los peores si eres mejor. Pero nadie ha hecho más que Calvino a la hoar de inyectar todas las venas del mundo con el espíritu de la democracia. El sentido de valor personal, de dignidad humana, exigía expresarse, pidió sus derechos institucionales en instituciones presbiterianas, democráticas. Calvino sonó la campana del toque de difuntos contra los regímenes autocráticos. Fue el origen de repúblicas modernas, como han reconocido muchos historiadores americanos. Estados Unidos y todo lo que ha hecho en la historia no existiría sin la poderosa influencia de Calvino.

La ebullición calvinista ha fomentado la libertad cívica. Es notable que en Ginebra, donde hay un monumento dedicado a Calvino, hay también estatuas de estadistas que representaron el calvinismo en una época en la que estaba peleando y derramando sangre por la libertad de todo un pueblo contra los poderes totalitarios, católicos: Guillermo I de Orange-Nassau, Oliver Cromwell, el Almirante de Coligny, Bocksay de Hungría, Williams de América. El principio de la soberanía cívica es el regalo calvinista al mundo. ¿Que no tenemos futuro? ¡Vaya estupidez! El calvinismo ha puesto los cimientos para el futuro. Ha forjado el molde donde se está virtiendo el futuro. Se ha quitado ya los grilletes que encadenaban las manos de la civilización y ha hecho posible el progreso.

Calvino era un hombre de ideales, irrealizables, si se quiere. Entre los más nobles era su ideal de unidad de la verdadera iglesia cristiana en todo el mundo. Calvino no era tan torpe como para decir que el presbiterianismo era el único sistema cristiano. Su perspicacia exegética impidió cualquier absolutismo de ese tipo. Calvino aprobó el sistema episcopal cuando hizo falta en otras tierras, donde reconoció que era más compatible con las preferencias locales, afinidades y tradiciones heredadas. Mientras éstas fueran protestantes, bíblicas, no importaba tanto el sistema de gobierno que tuvieran. Intervenía en ellas si hacía falta o si se lo pedían.

El calvinismo esencial ha sido la fortaleza fronteriza contra los avances de cualquier filosofía que haya planteado la idea de un Dios incapaz de ver el futuro, caprichoso o demasiado «bueno» (en el sentido humano) como para permitir que exista tanta maldad. Con un ayudante tan finito, débil, equívoco, ¿en quién vamos a confiar? El futuro es incierto, la providencia es una alucinación. La vida es como una gota de agua goteando en una ventana – ni Dios sabe hacia dónde irá. Una filosofía así no ofrece ninguna garantía para obtener un resultado digno. Provoca una angina en el pecho de la esperanza. Roba la visión inspiradora de la fe. La protección más fiable y segura contra esas filosofías sentimentaloides y humanistas es la garantía victoriosa del calvinismo, que Dios es Supremo, indiscutiblemente soberano por encima de todo, que su Reino vendrá y que se hará su voluntad «aquí en la tierra como en el cielo». En el Dios del calvinismo descansa la esperanza del mundo.
————————–
Artículo este solo para cristianos. No permitiré ni una salida de tono en este hilo.