Alexander Hamilton: Un genio liberal

Todos los liberales que valoran el constitucionalismo deberían darle las gracias a Alexander Hamilton. Si no fuera por sus esfuerzos (y en menor medida los de James Madison y John Jay), la famosa Convención constitucional sólo sería una nota bibliográfica de la historia del mundo. Esos tres hombres escribieron la famosa colección de ensayos, El Federalista. Estos ensayos, publicados en periódicos importantes en todo el país, ayudaron a convencer a los agrario-anarcas reaccionarios que la Constitución era sólida y deseable. No se sometió a la plebe para que ésta decida si adoptarla o no – la decisión fue delegada a convenciones especiales de cada estado.

A finales del siglo XVIII y principios del XIX, las reuniones legislativas solían ser bulliciosas, repletas de sobornos de todo tipo, violencia, intriga y muchísimos malvados trucos parlamentarios. Sí, ciertamente, Pensilvania y Massachusetts ratificaron la Constitución de EEUU gracias a la «picaresca» de las «fuerzas hamiltonianas» — mucho más adiestradas en los trucos del Viejo Mundo – osea, de Europa, al ser comerciantes.

En su informe sobre el crédito público, su primer y más famoso informe, Hamilton dijo que el nuevo gobierno nacional tendría que asumir responsabilidad por todas las deudas estatales y nacionales que quedaban de la guerra. Era un concepto realmente revolucionario para la época pero plenamente liberal.

¿Por qué Hamilton defendió esto? ¿Acaso no hubiése sido mejor declararse en bancarrota como ya hacían muchos estados de la época y, cómo no, desde entonces? Un país débil y nuevo como EEUU no parecía estar en condiciones como para pagar sus deudas.
Aquí es donde vemos el genio liberal de Hamilton. Cuando otros veían un problema, él veía oportunidad. Mientras que los extremistas sediciosos del bando jefersoniano decían que la deuda nacional era una amenaza contra el gobierno republicano, Hamilton dijo que era una bendición nacional. ¿Por qué? Pues porque compagina los intereses de los «ricos» con los del gobierno y los planes de financiación aumentan el crédito de la nación en el extranjero, facilitando así que sea más barato y más fácil para el gobierno y las empresas obtener la financiación que necesiten de cualquier parte del mundo. Esto, además, crearía un modelo de capital líquido que ayudaría a la economía a utilizar los recursos o repartirlos con más eficacia.

No fue fácil convencer al Congreso – repleto de intereses agrarios, agitados sin lugar a dudas por el demagogo Thomas Jefferson. Hamilton al final aplastó esos argumentos infantiles con su habitual capacidad lógica y de principios básicos. Para Hamilton, los instrumentos de deuda simplemente eran una especie de propiedad, cuyo valor cambia a medida que también fluctúan los tipos de interés y la riqueza general del gobierno. Además, eran instrumentos totalmente negociables. En otras palabras, el intercambio era perfectamente legal. Los «propietarios» originarios no fueron coaccionados a vender y además habían recibido una consideración importante por ser los titulares de esas obligaciones. Sólo los que eran titulares «actuales» de los bonos, dijo Hamilton, podían ser compensados.

Asumir las deudas de los estados, esto es, convertirlas en la obligación del nuevo gobierno federal resultó ser mucho más difícil debido a las fuerzas recalcitrantes de Jefferson. Es cierto que muchos estados, cómo no, entre ellos, Virginia, habían demostrado responsabilidad fiscal con respecto a sus deudas bélicas y no querían asumir más deudas de estados «irresponsables» como Carolina del Sur y Massachusetts. (Curiosamente, ya existía el concepto de gastar mucho dinero y no eran mediterráneos precisamente…muchos eran protestantes y anglosajones – ¡no!, qué va, no muchos — TODOS). ¿Suficiente el problema? No, desafortunadamente hay más — Thomas Jefferson y James Madison además DIRIGÍAN el contingente de Virginia en el Congreso. Estos dos hombres eran parecidos pero no idénticos. Los dos habían nacido en la parte central de Virginia, a tan sólo unas millas, con vistas a las preciosas montañas azules que caracterizan esa zona de EEUU. Los dos eran esclavistas convencidos – sobre todo Jefferson pero además atados a la teoría política y en la política como para ganar el dinero que les hubiese permitido liberar a sus esclavos negros (bueno, esto lo digo por Madison, porque Jefferson era el precursor de los del Ku Klux Klan por su sentido agrario y privilegiado de la vida). Jefferson o Madison, actuando solos, ya eran unos adversarios formidables de Hamilton – los dos juntos, ¡imparables! Estos dos, con su ceguera y su «fetiche» hacia el viejo mundo, los privilegios, lo aristocrático – el antitesis de lo liberal clásico, democrático, de origen puritano, defendido por Hamilton. Al final, eso resultó ser la gran debilidad de Jefferson y Madison – su ceguera. Querían que la capital de EEUU estuviera en su estado natal. Hamilton, como buen hijo de Dios, se dio cuenta de esto y rápidamente lo usó para su propia ventaja. Hamilton pudo sacar provecho y se jodieron los sureños agro-reaccionarios desdentados. Cuando se dieron cuenta del truco, se enfurecieron y prometieron nunca más volver a comerciar con Hamilton y sus banqueros.

Los efectos positivos de la deuda permitieron establecer el crédito de la nación – sus efectos además se podían ver en el comercio, de forma inmediata. Escribiendo desde Hartford en 1791, Noah Webster, el famoso liberal de la época, conocido como el «maestro de América» (autor del famoso diccionario Websters), escribió: «Establecer los fondos para mantener el crédito público tiene un efecto impresionante para las empresas y el país». Continuaba: «El comercio resucita y el país se abastece. Se está produciendo una gran industria y se está mejorando la vida en muchos pueblos».

También los mercados de capital europeo se abrieron, como por arte de magia para los EEUU.

Si el programa financiero de Hamilton para EEUU fue importante en el desarrollo de EEUU como superpotencia, y para su soberanía nacional, ¿por qué despertó tanta antipatía violenta y malvada?
Alguna parte de la oposición era claramente ideológica; muchos jefersonianos tenían una visión fundamentalmente distinta para los EEUU. La otra parte, claramente, era personal; algunas veces se oponían sólo porque Hamilton lo apoyaba. Ya sabemos que la fama engendra la envidia y la envidia engendra el odio. Los que han estado en el Instituto Juan de Mariana o hayan estado de becarios en Libertad Digital saben perfectamente a lo que me refiero.

Sin embargo, la raíz del problema era sobre todo de intereses económicos malinterpretados – los sureños querían «derechos para sus estados» y una economía agricultural mientras que los norteños querían un gobierno nacional fuerte y una economía comercial e industrial.

Otros individuos miraban a Hamilton con recelo porque era el jefe del poderoso Departamento de Hacienda. Las fuerzas agrarias temían un gobierno central dominado por los intereses de la tesorería, subrayando que en la Gran Bretaña, los primer ministros estaban sometidos al «Exchequer» – el tesoro británico.
Los agro-fanáticos también creían que los compañeros de Hamilton eran sus colegas y que éstos no eran más que especuladores mecantilistas del norte, cercanos a los intereses ingleses. Cabe pensar que todo esto fue una batalla entre el capitalismo real y el agro-ismo jefersoniano, defensor de privilegios para unos pocos.

Ya cuando el «creador» de EEUU se fue para siempre de su tierra adoptada en 1804 para reunirse con su Creador, el sistema financiero de EEUU era sólido y duraría durante siglos – aún pervive hoy. A pesar de que Hamilton cayó al suelo gravemente herido por el duelo en Weehawken, New Jersey (por cierto, he visitado esa zona y estuve en la calle donde lo asesinaron), el sistema financiero de EEUU estaba ya por las nubes.

Se estaban multiplicando las acciones y muchísimas empresas estaban naciendo – no todas tenían que pedir incorporación legal para operar, gracias al genio de Hamilton. El crédito de EEUU era el mejor del mundo – tanto así que pudo fácilmente tomar dinero prestado para comprarnos a los españoles el estado de Louisiana y declararle la guerra a los mexicanos en Texas.

Toda la nación tenía el Dólar useño – equivalente al valor de la plata y el oro. Se crearon empresas de seguro contra los incendios y seguros marinos así como seguros de vida y cuentas de ahorro para miles y miles de americanos.

Hamilton fue el indiscutible creador del sistema financiero de EEUU, el motor que transformó a EEUU de ser un país de agrarios ignorantes, desdentados en su mayoría, a ser la única superpotencia mundial que es hoy en día.

A diferencia de nuestro Dios todopoderoso, no obstante, Hamilton no es inmortal. Por desgracia, hay fuerzas jefersonianas que quieren enterrar su memoria y sistema para siempre.

Yo me pregunto y os pregunto, estimados liberales, ¿vamos a permitir que esos individuos queden impunes?

7 comentarios

  1. Javier · ·

    Pese a mi animadversión hacia la figura de Thomas Jefferson, hay que apuntar varias cosas que se quedan en el tintero. Jefferson era un erudito, admirador de personas como John Locke y Francis Bacon, dominaba varios idiomas y fundo una Universidad en Philadelphia, que yo tuve la suerte de visitar hace poco. Era un esclavista convencido probablemente porque vivió rodeado de gente del mismo estilo y fué educado en el ambiente de Virginia. El contraste con el ambiente que vivió Hamilton, en la sociedad de Nueva Inglaterra, además de la tradición comercial de su familia, es notable.

    También hay que tener en cuenta la admiración que Jefferson tenía a la Francia de la época, y que a pesar de vivir como embajador una época en los Campos Elíseos rodeado de la nobleza de más alta alcurnia, se puso del lado de los revolucionarios en 1789. Algo profundamente despreciable.

    Lo peor de todo bajo mi punto de vista es colocar la frasecita del «pursuit of happiness» en la constitución americana. Hay quien dice que quería jugar con la frase de Locke «Life, liberty and state» dando entender una búsqueda de «riqueza», pero esto sólo se entiende dando muchas vueltas e interpretando de manera poco objetiva.

    Hamilton era obviamente un defensor del comercio, pero no a la manera Británica, puesto que el defendía una política comercial proteccionista. Sin embargo que los «Estados» esten «Unidos» no es algo que se deba a las políticas de Jefferson, y si a las de Hamilton, efectivamente.

    Corríjame si estoy equivocado, pero fué el dictador Napoleón el que vendió la Luisiana a los EEUU, a un precio de risa, para evitar que dicho territorio cayera en manos inglesas y de esa manera crear un competidor en America para la «pérfida albión». Dicha compra la efectuó curiosamente, T. Jefferson.

    Un saludo

  2. Alfredo · ·

    Javier:

    ¿A qué se debe su animadversión hacia Jefferson?

    Es cierto que TJ era un erudito pero también lo fueron muchos hombres de esa época – en general, salvo los granjeros.

    «Era un esclavista convencido probablemente porque vivió rodeado de gente del mismo estilo y fué educado en el ambiente de Virginia. El contraste con el ambiente que vivió Hamilton, en la sociedad de Nueva Inglaterra, además de la tradición comercial de su familia, es notable».

    Pero Hamilton también se había criado en un entorno muy esclavista, negrero y no por ello justificaba la esclavitud — es más, probablemente le provocó rechazo su experiencia con la esclavitud – una «institución odiosa» como decían las mentes más justas de esa época.

    «También hay que tener en cuenta la admiración que Jefferson tenía a la Francia de la época, y que a pesar de vivir como embajador una época en los Campos Elíseos rodeado de la nobleza de más alta alcurnia, se puso del lado de los revolucionarios en 1789. Algo profundamente despreciable».

    Totalmente de acuerdo con usted caballero – aquí en esta web siempre hemos denunciado la Rev.francesa como origen de muchos males actuales.

    «Lo peor de todo bajo mi punto de vista es colocar la frasecita del “pursuit of happiness” en la constitución americana. Hay quien dice que quería jugar con la frase de Locke “Life, liberty and state” dando entender una búsqueda de “riqueza”, pero esto sólo se entiende dando muchas vueltas e interpretando de manera poco objetiva».

    También le doy la razón aunque otra cosa que considero un error fue el «Bill of Rights» en su totalidad – para Jefferson los derechos eran «naturales» je, aunque últimamente si son naturales, no sé cómo es que pasamos de 10 originales a casi 50 en EEUU (y al alza debido a una jurisprudencia irresponsable).

    «Corríjame si estoy equivocado, pero fué el dictador Napoleón el que vendió la Luisiana a los EEUU, a un precio de risa, para evitar que dicho territorio cayera en manos inglesas y de esa manera crear un competidor en America para la “pérfida albión”. Dicha compra la efectuó curiosamente, T. Jefferson».

    Sí – correcto – fue Napoleón – efectivamente. Napoleón se la había comprado de nuevo a España pero éste se la vendió a EEUU. Lo de Jefferson se debe probablemente a que no quería que Francia o España pudiesen bloquear el comercio americano. Y claro, Jefferson, como era de esperar, decidió permitir la esclavitud en esos territorios, inciando así una parte de los origenes del conflicto medio siglo después.

  3. Alfredo · ·

    Ah, una cosa que veo que se me olvidaba, Javier –

    lo del «pursuit of happiness», por suerte, no está en la Constitución de EEUU sino en la Declaración de Independencia.

  4. Adán · ·

    Veo este debate muy interesante, el único que falta es Andrés Álvarez.
    Más que un debate de ideologías, parece un debate sobre coherencia, sentido común y justicia social. Un duelo de mentes privilegiadas que al parecer se llevó el gato al agua Hamilton.

    Las ideologías (y los políticos) vendrían después, demócratas (sureños) y republicanos (norteños) ¿me equivoco?.

    Un saludo.

  5. Alfredo · ·

    Buena pregunta, Adán — aunque, la respuesta es complicada. Veamos:

    Sí que es verdad que efectivamente, el Partido Republicano surge (el de Lincoln) gracias al legado de Hamilton — el problema es que el Partido Republicano fue secuestrado en los años 60 del siglo XX por lo que antes se denominaba la «Old Right» – esto es – la derecha «antigua» – la derecha agraria, endogámica y aristocrática de partes del sur — un buen ejemplo de la «Old Right» fue el fenómeno de los «paleocons» — muchos de estos agrarios (formaban parte del movimiento de época conocido como los «agrarios del sur») quisieron restaurar una sociedad paternalista y las comunas — sí, en serio – comunas.

    En realidad, los republicanos «originarios» en EEUU eran, como buena gente decente, federalistas a ultranza, y descendientes ideológicos de los «Whigs» — de hecho el partido se fundó en 1854 gracias a gente contraria a la esclavitud – gente reformista.

    El partido siempre ha sido conservador en lo social (en general, aunque también hay espacio para progresistas sociales, siempre y cuando no sean socialistas en lo económico) pero en general el conservadurismo social prima.

    Los «Whigs», para entendernos mejor, los antiguos «liberales británicos» del XIX. Significa «cuatrero» – aunque siempre fue despectivo porque se refería a los presbiterianos «covenanters» (gente del Pacto) que marcharon sobre Edimburgo en 1648 durante el famoso «Whiggamore Raid» – en realidad eran el partido de la Iglesia Presbiteriana – en su facción más radical y que, por suerte, pudieron hacerse con el poder.

    Su fundador fue Shaftesbury. Defendían, como es debido para cualquier liberal, los derechos de exlcusión de Jacobo de York. Eran la representación del comercio y de la disidencia (porque si hay algo que siempre nos ha caracterizado a los liberales es que somos disidentes permanentes en un puto mundo que no es nuestro ni está hecho para nosotros actualmente).
    Estos precursores de Hamilton y Lincoln, entre otros liberales clásicos, rechazaban el anglicanismo y la monarquía absoluta. Apoyaron la magnífica revolución de 1688.

    Prácticamente, todo el siglo XVIII, época de mayor esplendor británico, fue dominado por los whigs – con famosos como Robert Walpole y William Pitt.

    Sólo con leer sus obras se me ponen los pelos de punta cada vez que quiero recuperar quién soy ideológicamente.

    La gloriosa realmente fue la primera revolución LIBERAL, a diferencia de la francesa. Ojalá tengamos otra muy pronto – otra gloriosa.

  6. Adán · ·

    Bueno, el malagueño don Bernardo de Gálvez y Madrid, participó en la Guerra de la Independencia de EEUU, desfiló victorioso a la derecha de George Washington, fue Virrey de Nueva España (Nuevo México), Capitán General de Cuba, Vizconde de Galvestón (Texas) y héroe nacional norteamericano.

    Sólo quería poner una pizca de españonalidad a este interesantísimo relato de don Alfredo.

    La gloriosa también la tuvimos en España, pero en 1868 y no tan «gloriosa», a pesar de que su admirado Antonio Cánovas del Castillo brilló política e intelectualmente.

    Un saludo.

  7. Alfredo · ·

    Ciertamente Adán y agradezco esa pizca de españolidad que, cómo no, siempre viene bien para establecer las conexiones necesarias.

    De historia moderna de España, no obstante, prefiero 1808 y la masacre contra el invasor gabacho: Ojalá más chicas fueran realmente como la del vídeo que pone a los gabachos en su sitio. A mi aún me joden los franceses. Es que yo no puedo ser otra cosa que español.

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