Os dije, en la primera parte de esta entrada hace dos semanas, que Hamilton se dio cuenta que Inglaterra estaba otorgando derechos a los intereses católicos en Canadá para intentar agredir y hacerle daño a los colonos ingleses en América que adoraban sus libertades y temían la codificación inevitable que podría haber traído el sistema de Derecho civil latino que tenemos en España, Francia y todos los países de origen greco-latino. Más allá de esto, el día 23 de agosto, el mismo día en que Gran Bretaña advirtió que iba a aplastar a los insurrectos, Hamilton pudo saborear, inolvidablemente, el poderío militar británico. Todos sabían que Manhattan, rodeado de agua, era vulnerable a cualquier ataque británico y no podían ignorar la necesidad de tener una fuerza marina. Así pues, cuando el barco británico de guerra, Asia, apareció en el puerto ese verano, fue un instrumento eficaz de terror.
Al igual que cuando rescató al lealista Myles Cooper, Hamilton volvió a demostrar que era un hombre de sangre fría. Mientras que el Asia la emprendía a cañonazos contra la ciudad de Nueva York, Hamilton se acercaba más y más para recuperar una escopeta que había perdido.
Mientras tanto, durante este tiempo, Hamilton mantenía su amistad con Rivington, dueño del periódico New York-Gazetteer e hijo de una familia inglesa próspera dedicada a la venta de libros. Rivington era un hombre elegante pero combativo y a pesar de no estar de acuerdo con muchas de las posturas británicas, poco a poco el dogma Tory se apoderó de su periódico. Rivington criticó duramente a los «Hijos de la libertad» (Sons of Liberty), y sus seguidores rudos, obreros y sucios. Criticó duramente a uno de los líderes, el masón Isaac Sears. Sears le contestó con cartas ácidas e irrespetuosas, llamándolo tonto y vendido a cualquiera que lo compre. Poco después, el periódico rival, New York Journal, empezó a publicar artículos para la causa patriota y tenía muchos lectores que se sentían traicionados por Rivington. Rivington sabía que tenía los días contados y que la misma turba que intentó atacar al caballero Myles Cooper iba por él también. Estuvo escondido diez días en un barco guerrero pero sus problemas no desaparecen — ese mismo verano, el Congreso provisional y provincial de Nueva York dictó por ley que cualquier individuo que esté ayudando al enemigo podría ser desarmado, encarcelado o incluso exiliado. Sears se aprovechó de esta decisión para acabar con Rivington.
Al igual que con el asalto contra Cooper, el espectáculo que se podía ver en la imprenta de Rivington quedó grabada en la memoria de Hamilton y su horror ante ese desórden de la plebe fue uno de los prólogos que contribuyeron a su fuerte reacción adversa contra la diabólica y masónica Revolución francesa. A pesar de que Rivington, para Hamilton, era un hombre detestable, condenó la anarquía de las turbas — creo que los lectores de esta web pueden entender muy bien a Hamilton ya que casi todos nosotros hemos visto como las turbas homosexuales radicales han intentado atacar a Alberto Ruiz Gallardón en Madrid porque piensan que tienen un derecho inalienable a dar por el culo (nunca mejor dicho). Ninguna persona decente puede simpatizar con zarandear a políticos elegidos democráticamente, con todas las de la ley, en un proceso justo, limpio y en las urnas.
Hamilton escribió, al respecto:
«En tiempos de tanta convulsión como hay en el presente, existe un grave peligro de llegar a extremismos. El mismo estado de pasiones que encaja con las multitudes, carentes de razón o sabiduría que les guíe, su oposición a la tiranía y a la opresión les conduce a ser anti-toda autoridad. Es difícil encontrar sentimientos anárquicos entre los más inteligentes. Cuando las mentes de los que alborotan en turbas se desprenden de normas antiguas ancestrales, se comportan de forma desordenada y caen en la anarquía».
Podría estar hablando, claramente, de las turbas del 15-M en Madrid y el resto de España. Hamilton simpatizaba con las reformas, pero también temía los efectos de la anarquía, sobre todo en las masas ignorantes. Algo así nos pasa con España: tenemos grandes núcleos de población ignorante y analfabeta funcional que podría caer en anarquía. Lamentablemente España no desconoce esa tradición política. Hamilton no tenía el temperamento de un revolucionario y sabía que ese radicalismo podría engendrar de nuevo una pérdida de la libertad. Como ya os dije antes: La lucha eterna de Hamilton era intentar equilibrar la libertad con el orden y a la vez combatir el extremismo totalitario.
Durante este tiempo, Hamilton seguía escribiendo ensayos — algunas frases célebres:
«En las exigencias públicas, no hay nada más perjudicial que una cautela excesiva, ser timido y vacilar porque no hay nada más beneficioso que el vigor, la empresa y la expedición».
Esto anticipa lo que después practicó en el gobierno: que un Ejecutivo debe ser enérgico, decisivo y fuerte a la hora de tomar decisiones.
«Es una verdad melancólica que el comportamiento de muchos entre nosotros sirve como la sátira más severa contra la especie humana».
Próximo viernes, más.
Alfredo:
«En tiempos de tanta convulsión (…)»
Muy de cuerdo con todo el párrafo de Hamilton.
«Podría estar hablando, claramente, de las turbas del 15-M en Madrid y el resto de España.»
Completamente de acuerdo con todo este párrafo, sobre todo desde lo acaecido en Barcelona.
Supongo que sabrás que el domingo hay en Madrid convocada otra manifestación. Parece ser que la peticionaria de los permisos correspondientes en el Mº del Interior ha sido la Alianza Antifascista que parece ser que son los delegados kaleborrokeros de Bildu en Madrid. Así que ese día más os vale, a los que vivís en Madrid, no salir de casa.
Sí Rubén — conozco lo de la manifestación y tal y como os dije aquí el otro día, se cumplió mi pronóstico de que estaban «planteándose algo gordo» cerca del Congreso — los hechos de esta semana avalan mi sospecha y creo que no es el fin. Más lamentable aún es que el Ministerio del Interior lo permita teniendo precedentes de otras prohibiciones por cuestiones de orden público — como hicieron, y no sin razón, con la prohibición hace años del partido fascista neo-nazi Democracia Nacional.
No tengo pensado salir de casa — con lo poco bonito que hay que ver últimamente, en casa es donde mejor se está.
Sal y da una vistada a las masas.
http://www.elpais.com/articulo/tecnologia/Pau/Garcia-Mila/puedes/ir/Sol/decir/culpa/elpeputec/20110616elpeputec_5/Tes
Vale la pena leerlo.
Pues sí — tiene mucha razón ese joven. Ojalá tuviésemos más jóvenes así que hablen de lo que piensan porque España es más emprendedora de lo que parece…
¡Que casualidad! Ahora mismo estoy terminando de ver una entrevista a Pau García-Milà: