Alexander Hamilton, Capítulo 3/(II): El Colegial

El pasado viernes, dije que es posible que si Hamilton hubiése sido admitido en la Universidad de Princeton, se habría radicalizado mucho antes en el levantamiento contra Gran Bretaña, pero eso es discutible. A pesar de que Nueva York era uno de los bastiones del poder británico, no es menos cierto que también era una ciudad con elementos tremendamente revolucionarios, agitadores y periódicos radicales. El choque visceral entre los «tories» y los «whigs» en Nueva York afiló todos los sentimientos en conflicto que sentía Hamilton y pudo llegar a simpatizar con los dos puntos de vista.

¿Dónde estaba King’s College (hoy, Columbia University)?

Se encontraba encima de una enorme extensión de terrenos que la Iglesia de Trinity había recibido de la reina Ana a principios del siglo XVIII, situado al borde norteño de la ciudad, en un elegante edificio de tres plantas. La zona límite era la que hoy son las calles Murray, Barclay, Church y West Broadway de Manhattan (zona de Wall Street) y hasta hace una década, las Torres Gemelas. El rector de la universidad, el Presidente Cooper, trató valientemente de segregar a sus alumnos de la malsana influencia en el exterior del campus. «El edificio está rodeado de una cerca alta», escribió Cooper, «un portero siempre atiende la puerta principal, que cierra a las 10 de la noche en verano y a las 9 en invierno, y después de esas horas, todos los nombres de los que entran se entregan al rector semanalmente».

Uno de los motivos por los cuales Cooper trataba de secuestrar, no sin razón, a sus alumnos era que el campus estaba a escasa distancia de la «zona roja», distrito de puteros y viciosos también conocido en la época como «la Tierra santa», en alusión irónica al hecho de que toda esa extensión de terreno pertenecía a la St. Paul’s Chapel (iglesia). Como mínimo, había 500 «señoritas» inglesas y holandesas — «señoritas de placer» (un 2% de la población total) que «patrullaban» estas calles oscuras cada anochecer, y esa proximidad preocupaba a los señores mayores porque podría «contaminar» las almas de los jóvenes estudiantes. Un visitante escocés, consternado, escribió en 1774: «Una circunstancia que creo que es desafortunada, es que la entrada a King’s College está en una de las calles donde viven las prostitutas más conocidas e infames. King’s College defendía sus normas y prohibía que cualquiera de sus estudiantes frecuentara «casas de mala reputación o estar en compañía con cualquier persona de conocido comportamiento escandaloso». Las mujeres estaban estrictamente vetadas del campus, junto con cartas de apuesta, juegos de mesa y otras trampas del diablo. ¡Cómo han cambiado las cosas! En los 1700s, las putas estaban vetadas de las universidades — hoy, esa misma universidad les da la bienvenida y permiten todo tipo de perversiones diabólicas.

Al mismo tiempo que intentaba proteger a los jóvenes, Cooper también miraba de reojo y con recelo a las manifestaciones políticas que habían montado cerca del campus. King’s College se había convertido en el castillo de la ortodoxia británica que tanto temía William Livingston y los críticos presbiterianos. La Iglesia Anglicana, siempre mostrando mucha reverencia hacia el concepto de la jerarquía y la sumisión a la autoridad real, sólo engendraba sentimientos contrarios. Durante la Guerra por la independencia, el ejército británico maliciosamente ocupó iglesias presbiterianas y bautistas para convertirlas en cuarteles. Añadiendo a esos problemas, Cooper lamentaba además que King’s College se encontraba a tan sólo una calle de lo que hoy es el Ayuntamiento de Nueva York ciudad (conocido como «The Common» en aquella época) y famoso en aquellos tiempos porque era donde se congregaban todos los radicales — de hecho, Hamilton se iniciará en este parque como «radical» a favor de la causa de la libertad contra la tiranía absolutista de Jorge III.

Tras una serie de acontecimientos, la resistencia de los súbditos iba aumentando. A partir de finales de agosto de 1774, todas las colonias salvo Georgia habían elegido a sus delegados para convocar el primer congreso continental. Entre los delegados de Nueva York, se encontraba uno de los famosos autores de la Constitución americana: John Jay. No eran ningunos extremistas en su mayoría — de hecho, lejos de pedir la independencia a ultranza, decidieron primero convocar una oración pública y bíblica para intentar que Dios intervenga para que no haya guerra. Reafirmaron su lealtad a la corona, esperaban un arreglo pacífico con Londres y cumplían escrupulosamente las formas legales de los tiempos. Pero, claro, su paciencia tenía sus límites.

Estas acciones, no obstante, sorprendieron por completo a los sentimientos «tory» en Nueva York. Para el presidente de Kings College, Myles Cooper, el congreso representaba y había sido una cueva satánica de sediciosos y las condenó en dos panfletos famosos y muy leídos. Dijo, a los colonos sorprendidos, que «los súbditos británicos son los más felices del mundo». Lejos de criticar al Parlamento, dijo que la actitud de los colonos era intolerable. Como mucha gente de sus tiempos, se burlaba de los que creían que América podía derrotar el ejército invencible de los británicos.

Myles Cooper no fue el único clérigo anglicano en Nueva York que criticó el Congreso continental. Formaba parte de unas asociaciones literarias leales a la corona — con Charles Inglis, Samuel Seabury, ambos rectores de iglesias anglicanas en Nueva York ciudad y el pueblo de Westchester, respectivamente. Seabury era un hombre fuerte y altísimo, autor de una prosa que destilaba inteligencia brillante y gracejo. Seabury, con el conocimiento de Myles Cooper, lanzó una serie de panfletos bajo el pseudónimo — «Un granjero de Westchester». El título era un famoso eco de la ya conocida obra de John Dickinson contra los impuestos parlamentarios — «Cartas de un granjero en Pensilvania». Los ensayos ácidos de Seabury despreciaban a los colonos del Congreso continental y dijo que eran una «raza venenosa de escorpiones» que «nos picarían» hasta «matarnos» y que deberían ser recibidos con palos de nogal. Los granjeros serían los principales afectados de cualquier embargo contra la corona. Les preguntó: ¿Podéis vivir sin dinero? Este hombre perverso y satánico también escribió el famoso libro titulado «Los errores del calvinismo». Tienen ustedes aquí sus escritos. Es «venerado» anualmente en la Iglesia de Inglaterra y en la Anglicana (Episcopal) de los EEUU, dos de las congregaciones protestantes más perversas y católicas del mundo.

Tras esos vómitos totalitarios y absolutistas, no tardó Hamilton, aún siendo colegial, en responder con dureza (eso sí, usando otro nombre para evitar la ira del presidente de su universidad, Myles Cooper). Hamilton primero decidió, junto con otros cristianos de bien, arrojar el panfleto a las llamas. Hamilton sentía la gloria en cualquier controversia y Seabury le dio exáctamente lo que necesitaba para hacerse «famoso» siendo aun joven. Pueden leer la magnífica respuesta de Hamilton a ese gordo, aquí.

Me gusta este párrafo entre muchos otros porque habla de la aversión que sienten hacia la libertad y como si fuera un deber cristiano someterse para ser ROBADO de todo lo que se tiene sólo por el hecho de que hay algunos súbditos que son tan malvados que lo permiten (lo mismo que pasa en España actualmente):

«That they have an invincible aversion to common-sense is apparent in many respects: they endeavor to persuade us that the absolute sovereignty of Parliament does not imply our absolute slavery; that it is a Christian duty to submit to be plundered of all we have, merely because some of our fellow-subjects are wicked enough to require it of us; that slavery, so far from being a great evil, is a great blessing; and even that our contest with Britain is founded entirely upon the petty duty of three pence per pound on East India tea, whereas the whole world knows it is built upon this interesting question, whether the inhabitants of Great Britain have a right to dispose of the lives and properties of the inhabitants of America, or not. And lastly, that these men have discarded all pretension to common modesty, is clear from hence: first, because they, in the plainest terms, call an august body of men, famed for their patriotism and abilities, fools or knaves; and of course the people whom they represented cannot be exempt from the same opprobrious appellations; and secondly, because they set themselves up as standards of wisdom and probity, by contradicting and censuring the public voice in favor of those men».

Myles Cooper no quiso creer los rumores que apuntaban a que el autor era Hamilton — dijo que esos rumores eran bazofia. «Es absurdo pensar que un hombre tan jovencito como Hamilton puede haber escrito esos repugnantes ensayos». Otros pensaron que el autor era William Livingston, el puritano de Princeton. Hamilton seguramente estaba disfrutando toda la polémica y su asociación literaria también estaba riéndose. En una ciudad con varios panfleteros republicanos, Hamilton representaba un fichaje importante e inteligente a la causa patriota y cristiana. Con tantos ensayos en breve espacio de tiempo, había demostrado una velocidad increíble, dominación de los temas, confianza en sus ideas, y una sofisticación improtante. Sería un verdadero hijo de la causa independentista, creciendo junto a su nuevo país y fortaleciéndose mientras que los peligros no paraban de crecer.

16 comentarios

  1. Alfredo · ·

    OFF TOPIC — ATENCIÓN SEÑORES, ATENCIÓN. ¿Se acuerdan ustedes de mi célebre artículo contra CARMEN CHACÓN?

    https://liberalismodemocratico.wordpress.com/2011/04/19/stop-carmen-chacon/

    Pues hoy ha SIDO FULMINADA por Zapatero.

    ¿Qué nos tiene que decir ahora, señora Chacón? No la aguanta ni Zapatero, su jefe. Usted no sólo ha actuado de forma irresponsable en Libia – encima ha demostrado una actitud desleal con el gobierno que le dio a usted de comer y fama. Usted no mostró unidad en su partido y se vio claramente que quería celebrar primarias sólo porque a usted le beneficiaba. Como dirían los católicos, a usted hoy le ha llegado «su san benito».

    Señora Chacón — esa cara que usted pone es la MISMA que puse yo el día que escribí mi artículo sobre su actitud respecto a nuestras tropas en Libia. No me hizo NINGUNA gracia. ¿QUÉ NOS TIENE QUE DECIR AHORA, SEÑORA CHACÓN?

    http://www.elmundo.es/elmundo/2011/05/26/espana/1306430269.html

  2. Peter F. · ·

    Buenos días, don Alfredo.

    Otro interesantísimo artículo sobre Alexander Hamilton. Muchas gracias, estoy disfrutando esta serie de veras.

    Por otro lado, y con todo el respeto del mundo, debo decirle que la manera en que habla de las mujeres rezuma una vez más machismo por todos lados, diga usted lo que diga.

    Un saludo

    Peter Foran

  3. Alfredo · ·

    ¿Por qué «machismo», Peter? Explíquelo — no lo veo por NINGUNA parte. No no es que «diga yo lo que diga», es que cuando se acusa, hace falta DEMOSTRARLO.

  4. Peter F. · ·

    Aquí, don Alfredo:

    «¡Cómo han cambiado las cosas! En los 1700s, las putas estaban vetadas de las universidades — hoy, esa misma universidad les da la bienvenida y permiten todo tipo de perversiones diabólicas».

  5. Alfredo · ·

    ¿¡Eso?! ¿Todas las mujeres son putas, Peter? ¡Lamento mucho que usted tenga una opinión tan baja de las mujeres! Una cosa es ser una FULANA, una puta, y otra es ser una MUJER y una SEÑORA.

  6. Peter F. · ·

    Don Alfredo, por favor, no se sulfure…

    Usted es quien dice que se admiten putas hoy en día en esa universidad, lo cual es una falta de respto hacia esas mujeres, porque… ¿por qué les llama putas?

    Peter Foran

  7. Alfredo · ·

    Porque hoy en día se «celebra» el sexo promiscuo y el putiferio – pero eso no tiene nada que ver con ser mujer o ser hombre, que yo sepa.

  8. Peter F. · ·

    OK, don Alfredo, ahora le entiendo mejor… Y de nuevo le reitero mis disculpas si le he ofendido, de veras…

    Saludos,

    Peter Foran

  9. A la Iglesia de Inglaterra y la Episcopal también está a punto de llegarles su «san benito»: volver a estar a las órdenes de Roma y del papado, dentro de poco. Ya les queda menos.

  10. Ruben · ·

    Correccion es: «san Martin». Del dicho popular: «A todo cerdo le llega su san Martin». Para san Martin, tradicionalmente, es cuando se realiza la matanza.
    Sí, el catolicismo es una religion naturalista y mas bien pagana.

  11. Alfredo · ·

    Gracias Rubén — «a toda cerda le llega su san Martín» pues, como a Chacón.

  12. Ruben · ·

    De nada, Alfredo.

  13. Con lo de la Chacón, aparte, tenemos ya candidato del PSOE: Rubalcaba.

    Se olía y se veía venir desde hace meses y no había que ser precisamente profeta:

    http://lavozliberal.wordpress.com/2010/10/22/%C2%BFel-candidato/

  14. Alfredo · ·

    Mejor notícia todavía, Javier: ¿dónde estarán los graciosillos del «viva la legalización de las drogas» ahora eh? JAJAJA.

    http://www.elmundo.es/elmundo/2011/05/27/internacional/1306525302.html

  15. sociata latinoamericano · ·

    VISCA BARÇA.

  16. Desheredado · ·

    jajajaja creo que me he encontrado la pareja ideal para Sigfrido el fascista. No dista nada de las gilipolleces que suelta aquí cuando participa.

    Alfredo, cómo se nota que a usted la vida le ha tratado bien. Ojalá pague usted bien caro algun dia su actitud de frialdad absoluta y su chuleria.

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