Capas, espadas, polvo, licor, humo y patriotismo

En ocasiones, como ya he dicho en varias ocasiones, me levanto con un sentimiento profundamente patriota que roza lo fanático – como buen español que soy, no lo puedo evitar. Voy a compartir hoy con vosotros algunas fotos (explicadas) que he ido sacando de algunos de los sitios donde suelo moverme en mi ciudad – cada vez más me doy cuenta que Madrid en general como región es un espacio de libertad rodeada de una España hóstil a la libertad comercial e individual.

1. Viernes noche: Salí con un amigo a mis zonas de siempre (cuando yo salgo con gente, siempre «domino» yo ya que soy el único que se conoce de memoria las calles y callejuelas de mi zona. Es decir, que a mí no me costaría nada emprender una carrera detrás de un mozo bandido ladrón y encontrarle hasta en el rincón más olvidado del Madrid de los Austrias – zona que siempre ha sido una mezcla explosiva entre bandidos y caballeros cristianos en la antiguedad y ahora no ha cambiado mucho – sólo que los rostros de los bandidos de ahora suelen ser morunos con pelo ensortijado y eso les da un toque incluso más siniestro que antaño. De mi «grupo» sólo un amigo que nació en pleno barrio de Lavapiés, en su casa misma, y yo, conocemos la zona a la perfección. Primero dimos una vuelta la otra noche por el lugar de nacimiento del famoso bandido del siglo XIX, Luis Candelas. Nació en la Calle Calvario e incluyo la foto de su casa y luego de la calle en el barrio de Lavapiés donde se crió. A nivel personal, nunca me han atracado pero en el 2003, tres jóvenes argelinos agredieron e intentaron robar a un amigo mío que aprecio. Ese día no lo olvido: mi amigo es de un pueblo que se llama Guadarrama, un poco más al norte de Madrid ciudad, y cruzaba la Calle Atocha cuando le abordaron tres jovenzuelos de esos que tanto adora la progresía – argelinos, delincuentes y con navaja. Yo en aquella época tenía 22 años y jamás se me olvida la carrera que emprendí cuesta abajo detrás de esos sinvergüenzas invasores en mi patria. Lo más «gracioso» de todo es que logré alcanzarles, lógicamente porque yo conozco esa zona y sus calles laberínticas y los cobardes empezaron a gritar que sólo era «bruma bruma» (por decir broma) y sé que me habrían podido matar (en España ya sabemos que asesinar sale casi gratis, sobre todo si la persona en cuestión es e razas africanas) pero como dije una vez, mi lealtad a los míos es tal que les defiendo cuando hace falta. Como venía mucha gente, soltaron al suelo el teléfono móvil pero no así la cartera de mi amigo. Bien, pensé, ya les alcanzaré otro día y así fue – en aquella época los moros tendían su basura de mercancía robada en plena Puerta del Sol ante la pasividad completa de las autoridades locales y nacionales. Pues un buen día, concretamente el día 18 de febrero de 2003, a las once y media aprox. de la noche, les ví por lo que es ahora un salón de juegos en la C/Arenal. Tenían en el suelo su manta y sus «cosas» robadas. Rápidamente decidí llamar a un amigo que tenía una moto para que venga. El plan era aplastarles toda la mercancía con la moto y así fue señores – CUIDADO: No estoy aconsejando a nadie a tomar la justicia por su mano y de hecho no es un acto que volvería a repetir debido a mi edad y a las cosas que uno aprende a lo largo del tiempo. Pero no puedo negar que me dio mucho placer verles salir corriendo (e intentando de escupirnos) como ratas de alcantarillas que son esos ladrones invasores. Madrid tiene algo que, cuando uno comete un acto así, la mañana del día siguiente, con ese olor tan característico del centro (diesel y aire frío en invierno) es un verdadero placer. Lo que yo personalmente tengo algo claro es lo que me dijo un amigo el jueves por la noche: «Alfredo, pareces el Marqués de la zona centro, te lo conoces todo» – tiendo a pensar que no parezco un marqués, ni es algo que me gustaría ser – me conformo con la palabra «castizo.»

También conozco perfectamente la Historia de mi calle (no voy a decir cual es porque eso a tí, estimado lector, no te importa) y como sé que la mayoría sois unos perfectos ignorantes de la Historia de la patria española, no me da ningún reparo en describir lo que
era mi calle en el siglo XIX y en cierta medida sigue siendo, templado por los tiempos por supuesto. Sé que aún así, no vais a acertar cual es pero si finalmente alguno me dice cual, pues me quito el sombrero y si vienes a mi ciudad, te debo una copa. Digamos para empezar que mi zona resistió con vehemencia contra el cuerpo establecido en 1844 de la Guardia Civil. En las tabernas y otros tugurios, cuarteles generales del hampa en el siglo XIX y hoy normalmente locales con una mezcla de clientela entre putas y maricas, no se hablaba, ni se embromaba sobre eso de la G.Civil. Según se bajaba mi calle en pleno siglo XIX, gavilladas de matones se cuadraban, farrucas, escupiendo despectivamente a la amenaza de la nueva creación para mantener el orden en un país anárquico. Mi calle, de guapos, chulapos, dronistas y ermitaños de camino, cuatreros, ladrones de toda especie, maleantes de todas las delincuencias y atufadas sus jetas innobles procuraban situarse al pairo ante la tormenta que amenazaba con cortarles el rollo. La verdad es que no hay nada como pasarse una noche andando por mi zona/calle – una de las calles más oscuras del Madrid medieval, hacer algo «indebido» y esperar al amanecer y ver al sol enseñorear la zona y bañarnos con su resplendor después de una noche de maldad.

2. Estupefacción en la Calle Huertas: como soy un viejo conocido de todas estas zonas, normalmente los locales que están o bien cerrados o a punto de cerrar (aquí legalmente el horario es a las 3 si es un bar) me sirven igual lo que yo les pida aunque legalmente esté «cerrado». Pero el jueves noche no pudo ser – resulta que el local había recibido dos actas de la Policía Municipal debido al reiterado incumplimiento del horario – lo sé porque el dueño del establecimiento, un liberal clásico de 76 años, me enseñó las actas y me preguntó: ¿Alfredo, qué podemos hacer ante esta tiranía? Le dije lo de siempre: aguantar estoicamente porque somos españoles y ya vendrá otro día en el que la policía municipal de Madrid decida hacer lo que hace habitualmente: no hacer su trabajo y tomarse unos carajillos. La verdad es que nuestra policía local queda más guapa así, pues es una forma más fiel y en armonía con su incompetencia habitual y vaguitis crónica a la hora de perseguir a verdaderos criminales y delincuentes extranjeros que hacen prácticamente lo que les da la gana en el centro.

3. Sorpresa en Atocha: pero resulta que Madrid es mucho Madrid y hay baretos «clásicos» que abren 24 horas al día y donde te puedes comer un plato entero de comida preparada a las 6 o 7 de la mañana. No es algo que yo recomiendo, no obstante – en esos locales es mejor pedir un DYC.

4. Mofas contra un mimo progre. Resulta que en el centro de Madrid, al lado de la Puerta del Sol, hay un famoso mimo que, como véis en la foto, todo el mundo que haya pasado por aquí más de tres días lo ha visto. Pues ahora le ha dado a ese señor por poner cartelitos cada vez más progres. Ya hizo el ridículo en el 2003 contra la Guerra de Irak con el famoso y cansino «No a la guerra» pero ayer no llevaba carteles de ningún tipo. Nada más ver a mi amigo, que tiene cara de inocentón, veo que extiende su mano (para pedir unas monedillas). Mi amigo, un joven muy «noble», ya empezaba a sacar monedas y le digo NO, NO. Espera: y saqué yo unas moneditas de 1 céntimo y de 2. Me le acerco y me dice: ¿y esto qué es? Le dije: «ah perdone señor, pensaba que igual estaba pidiendo una limosna o algo.» Pues la verdad se lo tomó a mal el señorito – le dije que así la próxima vez quizá pensará un poco más antes de hacer el ridículo con sus lemas izquierdistas.

5. Servidor no acude al supermercado casi nunca.

Yo sigo acudiendo a los establecimientos nacionales en la medida de lo posible – desgraciadamente hoy las grandes superficies y centros comerciales dominan el mercado y más de la mitad de la población hace sus compras ahí. Pero yo no señores: yo sigo yendo a las tiendas individuales de ultramarinos y compro cada cosa en su sitio correspondiente: la leche en la lechería, etc, etc. No es por «nostalgia» – es simplemente porque yo con mi dinero no voy a contribuir a que desaparezcan los comercios de mi país.

6. Timadoras profesionales en mi ciudad

Seguramente las habrás visto por la calle, en Goya, Sol o en Ciudad Universitaria, son chicas jóvenes, generalmente rumanas gitanas, que van en grupitos de dos o cuatro personas. Llevan una carpeta con unos folios garabateados con firmas de apoyo a unas supuestas organizaciones benéficas de ayuda a inválidos.

Su modo de actuar es el siguiente, primero se aproximan y te muestran un folio con algunas firmas en una mano, con la otra mano, trazan un rúbrica en el aire. Este gesto es comprensible por todos, lo que quieren es que firmes ese misterioso papel. Por extraño que parezca, hay gente que firma, pero eso no es lo peor. Una vez firmado el papel, ellas, con un gesto lánguido y lastimero miran al firmante y con la mano hacen otro gesto, frotan el dedo pulgar e índice para, posteriormente, poner la mano en forma de cuchara. Esto en cristiano viejo viene a ser “dame dinero”. Si extraño resulta que alguien pueda firmar esos papeles, mucho más extraño es que alguien encima les de dinero, ¡pues los hay! lo he visto. Tampoco son mudas, lo he podido comprobar varias veces, al afearles la conducta, oyen perfectamente, especialmente los improperios y, también, al tirarles la carpeta con firmas al suelo o lo más lejos posible, como por una especie de milagro recuperan el habla, casi siempre para llamarme de todo menos bonito. Esta mañana me llamaron «hijo de puta» y otra dijo, palabras textuales: «mierda España». Obviamente no contesto a lo que dicen porque son niñas en realidad pero sí que les tiro la carpeta bastante lejos si se me acercan e intentan timarme. Esto se debe a que no son mudas ni sordas, sólo unas sinvergüenzas. Esto lo afirmo rotundamente ya que no tengo constancia de que por imposición de manos cure la sordera.

Basta ya, acabemos con esto de una vez, si las ves por la calle, llama a la policía y exige que se cumpla la Ley de Extranjería en vigencia actual.

7. Desolación en el Paseo de la Castellana:

Señores – el maldito ayuntamiento que sufrimos los madrileños clásicos ya me está empezando a mosquear y bastante. El alcalde ha decidido eliminar poco a poco las famosas farolas fernandinas y reemplazarlas con farolas de Siza que son HORRIBLES y nada españolas. Para nada encajan con ese paseo tan señorial y decimonónico, le restan señoría y encanto. Ahora el Paseo del Prado y Recoletos parece una autopista de mal gusto – casi a lo portugués. Que nos devuelvan las farolas fernandinas inmediatamente señores del Ayuntamiento. Aprovecho para decir también que en los próximos meses los vecinos de mi zona nos vamos a encadena a nuestras casas (a los portales) para dejar bien claro el rechazo que tenemos a los nuevos planes de expansión que tiene el Vaticano. Animo a todo el mundo que haya tenido algún problema con la Iglesia Católica a acudir a esta manifestación que promete ser dura y masiva. Ya os iré avisando sobre las fechas porque todavía no sabemos qué va a ocurrir y el silencio de Rouco Varela es inquietante. Los madrileños de toda la vida siempre hemos luchado contra las imposiciones injustas de la Iglesia de Roma.

8. Sí, somos diferentes: En general los madrileños somos personas abiertas a las personas de otras zonas de España pero muchas personas erróneamente creen que «todo Madrid» es igual y que todos decimos «madrizzz» en vez de Madrí o Madrid – os puedo asegurar que la gente que sabe hablar bien en Madrid, y somos muchos, no decimos «madrizzz» como habitualmente hace el bufón que tenemos en La Moncloa. Pero aún hay más cositas que comentar: por lo general, cualquier madrileño de la capital sabe normalmente cuando alguien es de la zona sur de Madrid: Pinto, Parla, Leganés, Alcorcón, y Fuenlabrada por poner unos ejemplos. A menudo salen, de los depósitos de esos municipios, toda la carroña nocturna que vemos salir por la noche y en esos casos sí suelen tener también una jerga distinta. Normalmente las turbas de jovenzuelos de esos municipios se dirigen a la zona de Atocha, porque hay una discoteca que se llama Capital donde las peleas son habituales – eso sí, entre españoles. Lo que pasa es que esos municipios han estado gobernados por el PSOE durante décadas y suelen ser gentes de un nivel educativo bastante bajo y de un nivel cultural bastante inferior al del joven medio de nuestra insignie capital. Justamente el otro día pasaba yo en el coche de un amigo por la Pza. de la Independencia y en una esquina vimos a esas criaturas vociferando y drogada lo siguiente: «¡en el cuarto de baño somos mil!» Yo cuando veo a una muchedumbre de jóvenes irrespetuosos normalmente me da una sensación de profundo asco y vergüenza ajena. Le dije a mi amigo, el conductor, que acelere hacia el semáforo. Pues nada más llegar a la luz roja vemos que una de las «señoritas» que estaban en el grupo cae al suelo debido a su estado etílico. ¿Y qué creen ustedes, señores lectores, que hicieron sus amigos? ¡Siguieron andando! Claramente esos sí tenían una herencia mora. No me pregunten por qué he soltado esa frase porque tampoco lo voy a explicar pero los que me conocéis en persona sabéis por dónde van los tiros.

Señores, en definitiva, estoy muy agradecido de poder tener estos 4 días de descanso y explorar a fondo mi ciudad – un entorno de capas, espadas (o navajas), polvo de la meseta y de los coches, licor por todas partes, humo de Ducados clásico y unas dósis de patriotismo del todo necesario vista la degradación que padece gran parte de la juventud. Va a ser verdad que el anciano con el que hablé el otro día tenía razón: España está tan podrida que ahora lo único que procede es una regeneración en toda regla.