Dios: Su ley y Su autoridad sobre todos

Antes de leer, atención: esta entrada no es para todo el mundo. En algunos círculos cristianos, hay un debate acerca de este tema y mi mensaje de hoy va dirigido a ellos. Este criterio mío personal no es en absoluto excluyente ya que yo no rechazo a ningún cristiano que no se sienta identificado. Repito: son mis convicciones personales dirigidas a algunos amigos cristianos que me leen y debaten a menudo conmigo sobre estas cuestiones. Todo esto tiene muy poco que ver con el liberalismo y no exijo que todos mis lectores asuman lo que yo digo a continuación. Es triste tener que poner esta advertencia pero hay algunos que no asumen su mayoría de edad para asumir diferentes puntos de vista acerca de la teología personal. Por otra parte, si usted no se considera cristiano y rechaza la Biblia como una fuente de autoridad, mejor no escriba ningún comentario porque no voy a debatir la teología con quienes presuponen que Dios no existe. En parte, porque no es un deber de los cristianos que leemos la Biblia probar absolutamente nada, y también porque hay algunos que van a querer escribir burradas. Así que para ahorrarles tiempo, les advierto que si alguno me envía un mensaje irrespetuoso, no lo publicare por higiene moral y porque deseo mantener estas cuestiones entre cristianos. Si usted, a pesar de esta advertencia, se siente motivado a comentar desde un punto de vista «laico», esta entrada no es la adecuada y le recomiendo que me escriba una respuesta en su propia bitácora. He dicho.

Como cristiano por convicción, y defensor del sistema jurídico anglosajón por consecuencia lógica de lo primero, presento a mis lectores cristianos dos cuestiones importantes: 1) ética cristiana — que dice que la ley de Dios es plenamente válida hoy en día, y 2) escatología post-milenaria, que dice que el Evangelio tendrá éxito en la conversión del mundo antes del retorno de Cristo.

Hay muchísimos escritores cristianos que han expresado su opinión negativa respecto a estas dos perspectivas – por mi parte, defiendo ambas. Como cristiano y defensor de la libertad, me agrada ver esta interacción doctrinal tan sana sobre nuestros compromisos. En un espíritu liberal (Hechos 17:11), vamos a «probar todas las cosas: y aferrarnos a lo bueno» (I Tes. 5:2).

Aunque es imposible contemplarlo todo en el espacio de un artículo, puedo resumir aquí los principales problemas que encuentro en las observaciones de algunos hermanos en la fe. Dos cosas destacan: En primer lugar, normalmente presentan una tergiversación de la ética y hermenéutica post-milenaria. En segundo lugar, no me parece una argumentación razonada y normalmente no razonan en términos Bíblicos para contrarrestar lo que yo he dicho. Se hacen declaraciones ilegítimas sobre la hermenéutica contra el post-milenarismo y se ridiculiza una caricatura (que se han inventado ellos) de la ética bíblica – sin responder a ninguna de ellas con un argumento bíblico.

Permítanme, en este artículo, tratar de hacer tres cosas: antes que nada, mostrar el origen protestante de la posición que defiendo, segundo, dejar las cosas claras con respecto a los cristianos que no comparten este concepto, y tercero, responder con detalles y jurisprudencia.

La postura que defiendo no es nada nuevo. Ha sido reconocida en el pensamiento clásico de la Reforma Protestante desde el principio. No ofrezco nada nuevo ni mucho menos novedoso. La «novedad» que algunas me imputan es un síntoma del telón de fondo que es fruto del laicismo moderno y de la disminución teológica de nuestra cultura e iglesias. Los dirigentes humanistas y naturalistas se sienten perturbados ante una defensa completamente y específicamente Bíblica del mundo. «¡Que vienen los puritanos!», gritan, con una histeria difícil de comprender.

Yo no pido que algo nuevo se añada al catecismo de Westminster, sino simplemente que seamos coherentes con sus perspectivas, como los Puritanos. Por lo tanto, es inexacto hablar de esto como un «nuevo enfoque» de la jurisprudencia. Es uno de los más antiguos, y precisamente por eso ofende a los «modernos.» No es muy grato ni popular ofrecer apoyo a los puritanos en estos tiempos abiertamente anticristianos. Algunos dicen que vivimos en una sociedad post-cristiana. No, señores: vivimos en una sociedad anticristiana.

La Confesión de Westminster clasifica la ley de Dios de esta forma:

1) El resumen general o preceptos, como se describe en el Decálogo. El Antiguo Testamento decreta: «no robarás» (Éx. 20:15), y el Nuevo Testamento está de acuerdo (Romanos 13:9).

2) Ejemplos de aplicaciones: Los decretos del AT, por ejemplo, «no amordazar al buey» (Deut. 25:4), y el Nuevo Testamento enseñan el mismo principio, aunque aplicado a un caso diferente en sustancia (I Tim. 5:18). Los puritanos calificaban eso como un principio de «equidad» del estatuto (aún se usa en el Diccionario Inglés de Oxford).

3) Instrucciones para la redención y la santidad de la comunidad de los redimidos, o «ley ceremonial» (como muchas personas lo llaman hoy en día). Incluso aquí, la continuidad del AT al NT se conserva. El AT decreta la necesidad de derramar sangre en la redención (Lev. 17:11), y el NT mantiene ese requisito realizado por Cristo El Salvador (Hebreos 9:22-24). La «santidad» (literalmente «separación») de los redimidos se ve en el AT — separación entre creyentes y apostatas. (II Cor. 6:14-17).

Por lo tanto, no es una «tesis Alfrediana» como me dicen algunos, por exigir que la ley de Dios sea vinculante para creyentes e infieles. Esta reclamación mía es más bien la expresión del pensamiento clásico de la Reforma, que se encuentra en las normas de Westminster. Cristo es el Señor sobre todos los aspectos de la vida (Mateo 22:37-38), y sobre todos los hombres y naciones (Ef. 1:20-22; Mat. 28:18-20).Todos los hombres le debemos obediencia en todos los aspectos de la vida.

Esto es muy importante porque conlleva una segunda pregunta:

¿Es vinculante sobre el Estado la Ley de Moises?

Todos los magistrados son «ministros de Dios» (Rom. 13:4), que deben obediencia a Cristo como gobernante de los reyes de la tierra (Rev 1:5; Sa. 2:10-12). Cuando Dios bendijo a Israel con su ley, era un modelo para todas las naciones(Deut. 4:5-8; Isa. 51:4; Prov. 14:34). Las normas morales para todas las naciones son uniformes y se encuentran en la ley de Dios (Rom. 1:18-3:20). Así, los cananeos fueron castigados por violar la ley de Dios precisamente en la misma manera que Israel lo fue cuando incumplió la misma ley (Lev. 18:24-27).

La ley de Dios se proclama ante reyes (Sa. 119:46). La figura política que se atreva a reemplazarlas con sus propias leyes humanistas (Rev. 13:16-17; Deut. 6:8) está condenado en las Escrituras como «la bestia» o «el hombre de la anarquía» (II Tes. 2:3), y está en contra de aquellos que «guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús» (Rev. 12:17; 14:12).

Ningún magistrado puede obtener una exención de las normas de la ley de Dios, con el argumento ridículo de que Sus disposiciones son mandamientos de «otra época» o, como me han dicho algunos hermanos cristianos, «sólo para Israel.» Dios requiere que los magistrados sean vengadores de su ira (Rom 13:4), contra aquellos que hacen el mal incumpliendo la ley de Dios (Rom 13:4).En efecto, la ley de Dios fue establecida para frenar a los insubordinados de la sociedad (I Tim. 1:9-10).

En consecuencia, tanto la Confesión de Westminster y el Catecismo enuncian los detalles de la ley de Dios como una guía a los magistrados a fin de que puedan castigar a los criminales para la gloria de Dios. La ley de Dios obliga a todos los jueces del presente a cumplirla,incluso con respecto a las sanciones penales contra la delincuencia. En un trabajo que hice en mis estudios sobre la jurisprudencia puritana, dije que la ley de Dios es un patrón perfecto para una verdadera justicia social ya que se castiga la idolatría, la blasfemia, el adulterio, el robo, etc.

Importante: Como he dicho en reiteradas ocasiones, de ninguna manera abogo por establecer leyes contra el adulterio o la sodomía en la presente sociedad porque NO vivimos bajo un Estado cristiano. Por eso, precisamente, hablo desde un punto de vista histórico cultural y estas leyes serían aplicables en una sociedad cristiana, como en la colonia de Plymouth, que fue una sociedad libremente pactada entre adultos cristianos que querían vivir en una sociedad bíblica, escapándose de la persecución religiosa en Europa. No obstante, sí creo que los ateos y los laicistas deben explicarse más con respecto a lo que quieren. Hablan mucho de «libertad» pero no nos dicen ¿para quién? y ¿para qué? y con ¿qué fines? La primera misión de un cristiano debe ser el Evangelio. Primero hay que re-cristianizar a la sociedad para que estas leyes y principios tengan su sentido.

Bien: entonces, si estos principios cristianos no son nada nuevo, ¿por qué tantos cristianos se oponen? Claramente, hay un malentendido o un desacuerdo en relación con nuestra herencia histórica.

Por ejemplo, algunos afirman que la ley de Dios adquiere una nueva dimensión después de la salvación y que no hace falta obedecerla. No señores: la obediencia a la ley de Dios es siempre un deber para todos los hombres – creyentes y no creyentes. Ningún hombre tiene permiso para pecar, y el pecado es una agresión contra la ley de Dios (I Juan 3:4; Rom 7:7).

Sin la ley de Dios, señores, no tendríamos el concepto de «pecado» y por lo tanto, no haría falta un Salvador. En ese caso, el Evangelio no tendría sentido. Por lo tanto, los cristianos responsables nunca defenderían que «no hace falta la ley.»

Cuando un hombre pide la salvación, lo hace por arrepentimiento y fe – que significa que quiere obedecer los mandamientos de Dios (Confesión de Westminster, 15:2). Los salmos exigen que debemos meditar y amar la ley de Dios (Sal. 1:2; 40:8; 119:970).

La ley es una trascripción – un escrito de los detalles – de la perfección moral de Dios (Mateo 5:48; Sa. 19:7). Como tal, la ley no puede ser suprimida o mejorada al igual que no se puede perfeccionar a Dios, que ya es perfecto (Deut. 12:32).

La Palabra de Dios nunca dice que el amor (I Juan 5:2-3) sustituye Su ley. La Biblia dice: «amarás al prójimo» y la ley de Dios nos demuestra, con detalle, cómo amarle, por ejemplo: castigando al ladrón que no ha mostrado su amor al prójimo. Precisamente porque tenemos el deber de amar al prójimo, corresponde protegerles contra los enemigos de la ley de Dios y aplicar los correspondientes castigos. Los padres, de la misma forma, que verdaderamente aman a sus hijos, han de aplicarles los correctivos correspondientes cuando faltan al respeto o desobedecen. Ya en Europa, como consecuencia de la fuerte inmigración sub-sahariana, se ha detectado un incremento de las religiones animistas que practican el sacrificio humano — en cualquier caso, esto se debe al pluralismo confesional relativista de nuestros tiempos. ¿Qué hacemos con aquellas religiones que defienden el asesinato mediante el sacrificio humano?

Ni siquiera el resumen de la ley que encontramos en los Diez Mandamientos es el límite de nuestra obligación moral ante el Señor. No podemos separarlos de su contexto. La pureza sexual, por ejemplo, «No cometerás adulterio», también prohíbe el incesto y la homosexualidad de acuerdo con la ley del AT – y esto se sostiene sin vacilaciones ni pretextos en el Nuevo Testamento (I Cor. 5:1; Rom. 1:26-27,32). Cada pecado tiene su correspondiente deber ante la ley de Dios.

El principal método utilizado para criticar mi postura histórica es ofreciendo ejemplos prácticos de lo que algunos piensan que requiere el AT. Debido a que algunos ejemplos del AT les parecen una barbaridad, indignantes o terribles, afirman que la «tesis» debe ser rechazada.

Este procedimiento teológico debe ser anulado. ¿Por qué patrón decidimos si un requisito establecido por Dios es razonable o satisfactorio hoy en día? La cuestión no es si nos gustan los detalles de la ley de Dios, pero si la Palabra de Dios dice si son vinculantes. Si Dios dice que es así, entonces que así sea – con independencia de la «sociedad» moderna y lo que la gente pueda decir acerca de los detalles éticos. La pregunta básica no es otra que esta: ¿qué dice la Biblia acerca de la ley de Dios? No es, «joo colega, ¡qué fuerte!, ¿qué te parece el Derecho Bíblico?»

Otros, sin embargo, razonan desde un error porque sustituyen la ley con sus sentimientos personales. Por ejemplo, el otro día un joven que está estudiando teología en Princeton, me dijo que si aplicamos «mi» razonamiento, la iglesia debería excomulgar a un hombre cuyos testículos hayan sido aplastados en un accidente, sobre la base de Deut. 23:1. Por una parte, se entiende que el texto no se refiere a los accidentes, sino a la mutilación deliberada, con el fin de convertirse en un eunuco. Estas manchas sexuales son incompatibles con el sistema de redención. Pero, el AT ya indica que en la era Mesiánica, los eunucos serán aceptados en la casa de Dios (Isaías 56:3-5). Algunos confunden estas leyes temporales con las leyes civiles que si son vinculantes.

Mis lectores cristianos me han pedido ejemplos prácticos donde se aplicaría el Derecho Bíblico hoy. Cerraré la entrada con algunos y con un reto para los escépticos. Aquí hay algunos ejemplos; estudie la palabra de Dios y compruebe si está de acuerdo.

1) La homosexualidad no es un derecho civil (Lev. 20:13). Sin embargo, los lectores deben tener cuidado aquí. Nadie debe reclamar esta parte de la ley de Dios a ser aplicables en la actualidad si no está dispuesto a reclamar lo mismo para el resto del contexto bíblico como lo siguiente:

2) Las cárceles deben ser sustituidas por un sistema de restitución (Exo. 22:1-4, 7-9).

3) La contaminación industrial requiere una indemnización. (Exo. 22:6).

4) La dejación de funciones debe ser castigada con una multa (Deut. 19:16-21).

5) El aborto libre y sin límites no es un derecho constitucional (Exo. 21:22-25).

6) Los que secuestren un avión deben pagar con la vida (Exo. 21:16), al igual que los violadores (Deut. 22:23-27).

7) Los «subprime» (préstamos a los pobres) se prohíbe (Lev. 19:9-10, 25:35-43), y se exige igualdad ante la ley entre ricos y pobres, da igual la condición racial o social (Exo. 23:6, Lev. 19:15).

8 ) La moneda inflacionista está prohibida (Isaías 1:22), porque se exigen medidas justas y reales (Deut. 25:13-15).

Si los críticos piensan que estos requisitos son irrelevantes, ¿qué base tienen, como cristianos, para presumir de resolver los males de la sociedad moderna?

Si los críticos piensan que estos ejemplos son demasiado específicos y perfectos y obvios, les pregunto: ¿Qué otra cosa esperaban del Señor?

Y si los críticos piensan que algunas leyes son vinculantes, pero otras no, les corresponde a ellos explicarnos los principios que van a esgrimir.

Espero que este debate tan importante continúe desde un espíritu crítico pero tolerante y con sustancia y fundamento. De esa forma, nuestras discrepancias producirán un fortalecimiento mutuo y espiritual, y no facciones intolerantes.»

Si alguien quiere el texto de la Confesión de Westminster, la tieneaquí.

Un comentario

  1. no era necesaria la introduccion, conversando se entienede la gente.

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