Comilonas, presupuestos y prosperidad

Comilonas, presupuestos y prosperidad

 

Es bien sabido que los viernes suelo organizar una comida para ciertos compañeros después del trabajo. También es bastante conocido que algunas empresas «vecinas» critican, con bastante frecuencia, una supuesta «opulencia» en los eventos que organizo «a todo lujo.» No voy a entrar en esos cotilleos absurdos de escalera pero sí creo relevante hablar hoy sobre la ultima comida del pasado viernes, donde presente la «salud financiera» de mi empresa y mi propio presupuesto como alternativa al de Solbes. Eso del presupuesto estatal es uno de mis pasatiempos intelectuales y obviamente no tiene ninguna relevancia, desgraciadamente, a nivel político. Con respecto a la gran salud financiera de la que goza mi empresa, los compañeros no tuvieron más remedio que brindar con cava. Yo soy de los que reconozco los méritos de los individuos que producen y también de los que castigan a los que únicamente se quejan de todo sin producir un céntimo. Por eso anuncié tres promociones significantes y dos despidos. Pero, tras presentar mi presupuesto hipotético, creo que más de uno se atragantó y terminé la tarde del viernes discutiendo con algunos compañeros que no se habían enterado, al parecer, que Keynes murió. Y es que, estimados lectores, yo soy monetarista por convicción. Hablaré hoy, pues, sobre el presupuesto que presenté.

 

Por lo general, mi «filosofía» económica es bastante conocida por los compañeros: control firme de la cantidad de dinero disponible para reducir la inflación, recortes en el gasto público y limitar la cantidad de dinero prestado son elementos necesarios para levantar el peso que abruma y aplasta al sector privado (que es el que crea la riqueza y la prosperidad y el empleo). Menos IRPF, sazonado con más impuestos sobre el consumo en vez de sobre los sueldos, incrementaría los incentivos. Sin embargo, estos objetivos luchan contra un panorama financiero que se deteriora tanto en España como en el resto del mundo.

 

El nivel de inflación llega casi al 5% y sigue subiendo. Esto es un reflejo de la falta de disciplina financiera que nos ha traído el PSOE en los últimos anos. No podemos olvidar que algunos sectores públicos, que dependen en demasía de los sindicatos, han percibido sueldos desorbitados. Los ciudadanos olvidan, muchas veces, que somos nosotros los que pagamos esos sueldos: el gobierno jamás tiene dinero propio. A nivel internacional, hemos visto como sube el precio del petróleo. Esto, en conjunto con la crisis de las hipotecas subprime ha hecho que todo empeore. Digan lo que digan tanto mis amigos como mis detractores, nadie puede cambiar la cruda realidad que conlleva la aritmética de los presupuestos. Para reducir más el IRPF, debemos tener en cuenta que otras cosas tendrán que subir: por ejemplo, desde mi punto de vista, yo subiría el IVA (sin cambiarlo en necesidades básicas como el pan y la leche). Soy completamente consciente de que este gran cambio a impuestos indirectos significaría una subida sustancial del IPC. Pero, esto sólo ocurriría una sola vez y por lo tanto no seria una medida inflacionista en el sentido correcto de la palabra — una subida continua y constante de precios. No obstante, reconozco que el IPC, que es la vara de medir el nivel de vida, se multiplicaría.

 

Reducir el IRPF es urgente aun cuando significa una subida sustancial del IVA. Hay que recordar también que muchos capitalistas no tienen la misma confianza que tengo yo en el sistema capitalista. Los que somos capitalistas por convicción asustamos a esas personas que se sienten incomodas a la hora de asumir riesgos. La segunda fase de mi «plan» económico incluye una profunda reforma del sector público en España.

 

II. La reforma del sector público

 

Sean cuales sean las dificultades a corto plazo, estoy comprometido con esto y creo que las reformas sí son necesarias a largo plazo. Si pretendemos, como liberales, redirigir el talento de la nación hacia el sector privado, significa que inevitablemente hay que reducir el sector público. Desde hace mucho tiempo, el sector público en España sigue creciendo y nos ha proporcionado un incremento de trabajadores que cuestan mucho dinero a las arcas públicas. Y eso sin contar lo que ocurre en muchas autonomías, donde casi la mitad o más de la población forma parte del sector público directa o indirectamente. Actualmente, el sector público y sus defensores pretenden escudarse detrás del proteccionismo y en contra de la disciplina fiscal que afectan a todos los demás. Hay que, como primera medida, congelar el proceso de oposiciones para hacer frente a los gastos salariales. Lo que no tengo claro es si esto es suficiente, con las jubilaciones y demás, o si también harían falta algunas prejubilaciones y cierres de ministerios irrelevantes para el siglo XXI.

 

III. Más sobre el presupuesto

 

Hable sobre algunos incrementos: más dinero para la administración de justicia y policía, y para el Ministerio de Defensa. Tampoco nos podemos olvidar de nuestros compromisos con las pensiones y la seguridad social (mientras esté en línea con el IPC). Otra opción seria una congelación salarial para el sector público (nada fácil, por razones obvias).

 

A pesar de todo y como era de esperar, las críticas de algunos compañeros no se hicieron esperar. Algunos me daban muchísimas razones (pretextos): que si son medidas «contra los más débiles y pobres» y la queja mas habitual: «¿cómo se te ocurre intentar defender una subida del IVA en tiempos de crisis?» Pero lo que más les indigno, a mis detractores, fue mi propuesta de reducir un 5% por lo menos, las bajas salariales por desempleo, paternidad, maternidad, y también las bajas por incapacidades físicas. De todas formas y al margen de las criticas, nadie puede dudar que con estas medidas el Estado se ahorraría una buena cantidad de dinero. No entraré a dar los números porque supera el objetivo de esta entrada que es simplemente de carácter anecdótico.

 

IV. Algo que no tiene nada que ver: un apunte sobre Sudáfrica en los años 80

 

Hay algunos que, para dirigir ataques contra mis ideas, dicen que cuando yo estuve en la Universidad de Columbia, defendí el «apartheid» en un ensayo sobre Sudafrica. Esta mentira la repite hasta la saciedad un ex profesor mío, que se llama Joseph Massad; un autodenominado Palestino nacido en Jordania. En su clase titulada «Israeli-Palestinian Politics» a menudo le mostraba mis discrepancias y un día salio el tema de Sudáfrica. Hablaré un poco sobre Sudáfrica y lo que dije para dejar las cosas claras. Al igual que muchos «progresistas» de la izquierda dicen que Israel es el «paria» de Próximo Oriente, en esa clase intentaron establecer el mismo argumento contra Sudáfrica, insinuando que de la misma forma que no se puede mantener vínculos muy estrechos con Israel (sic), los estados occidentales de los años 80 deberían haber hecho más caso a los estados radicales del «África negra.» Pero, un análisis sobrio me lleva a conclusiones algo distintas.

 

Reconozco que en esos tiempos, eran totalmente necesarios unos cambios profundos y duraderos en Sudáfrica. La cuestión para mí siempre ha sido «¿cómo lograrlo?» Me parece que lo peor hubiera sido aislarles ya que no había ninguna señal de que la clase política entregaría así como así las llaves del poder. Si lo hubieran hecho, el resultado podría haber sido la anarquía: y ese pésimo y triste resultado hubiera sido peor para los negros de Sudáfrica, que son quienes hubieran sufrido con más dureza las consecuencias. Lo que yo defendí en mi ensayo eran reformas paulatinas: más democracia, seguridad para los derechos humanos, y una economía libre y próspera para generar riqueza y de esa forma mejorar las condiciones de vida de los negros.

 

A diferencia de otros países africanos, la economía de Sudáfrica era próspera precisamente porque era una economía libre de socialismo y centralismo. Como consecuencia, los negros sudafricanos tenían unos ingresos superiores y por lo general más formación educativa que la de otros países africanos: precisamente por eso el gobierno de Sudáfrica instaló una valla para frenar la inmigración y a diferencia del muro de Berlín, que pretendía mantener a los ciudadanos como prisioneros dentro de un sistema en decadencia y de pobreza. Los críticos de la izquierda nunca reconocieron estos hechos. Aun así, aunque yo los reconozca, tampoco significa que mantengo ninguna defensa a favor del apartheid. La raza de un individuo no debería ser determinante a la hora de concederle derechos políticos y participativos; máxime cuando en este caso no estamos hablando de extranjeros sino de negros sudafricanos. Es un matiz importante ya que muchos conocen mi fuerte oposición contra la concesión del derecho del voto a los inmigrantes que carezcan de nacionalidad y de mi postura a favor de endurecer bastante los requisitos para obtener la nacionalidad. 

 

Uno de los hechos que los socialistas más radicales contra el apartheid — quizás porque son socialistas–nunca reconocieron era que el capitalismo era y es la fuerza más poderosa para promover reformas y liberalización política para todos, al igual que en los países comunistas. El capitalismo en Sudáfrica ya estaba contribuyendo a que aparezca una clase media negra que, en última instancia, insistiría en participar y formar parte del proceso político. Tampoco debemos negar, simplemente por ser políticamente incorrecto decirlo, que aunque Nelson Mandela estuvo preso y casi todos los gobiernos occidentales pidieron su liberación, Mandela también estuvo involucrado en actos terroristas.

 

El profesor Massad dijo, en la clase, lo siguiente en relación con mi supuesta «defensa» a favor del apartheid: «We know that Alfredo is prepared to tolerate racism and apartheid at the international level.» (Sabemos que Alfredo tolera el racismo y el apartheid a nivel internacional). Esta mentira, repetida hasta la saciedad por algunos ex compañeros de clase, ignora todo lo que dije en relación con el apartheid y el capitalismo. Pero ya que estamos hablando de racismo,  hablaré, en otra entrada, sobre Joseph Massad y su racismo anti-judío así como sus ataques implacables contra los soldados israelíes que también estaban en esa clase. Termino este apunte diciendo que en uno de los debates de alta tensión, el profesor Massad llego al extremo de preguntarle a un soldado israelí: «¿A cuantos palestinos has asesinado?» Ese mismo día, y justamente después de esa pregunta, dijo: «dinos el número total de tus victimas, a ver si de esa forma logramos que Alfredo salga de copas y sonría.» Como era de esperar, tanto el soldado israelí como yo llevamos el caso hasta el tribunal más alto de la universidad (el conocido OMBUDS). Más sobre eso en otra entrada. 

3 comentarios

  1. juan · ·

    Bueno es que no se puede comparar negros con judios. Los primeros son una raza humana, (inferio pero humana); cosa que los judios no son.
    Comparar a los judios con los humanos de cualquier clase y color es de mal gusto. Hay que hablar de los judios como lo que son, monstruos inhumanos que provienen de otra galacia, y con los cuales no puede haber ni trato ni comercio de ningun tipo.

  2. valcarcel · ·

    Juan: he decidido publicar su comentario para retratarle pero tenga claro que en ésta bitácora el antisemitismo (ó en éste caso, los ataques contra judíos) no tienen cabida ni los comparto.

    ¿Por qué son monstruos los judíos? ¿Provienen de otra galaxia? ¿de cual?

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